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Instructivo virtual de CYBER-CORREDERA para fortalecer la cultura naval
Resumen y producción de Jorge Serpa Erazo
Vicepresidente del Consejo de Historia Naval de Colombia
Entrevista imaginaria con Cristobal Colón
(Texto elaborado y adaptado al ensayo, en base a la Historia General de España y de las Naciones Americanas que fueron españolas (Tomo IV), por Antonio de Cárcer de Montalbán, Barcelona, Sociedad General de Publicaciones, Calle de la Diputación, 211 (Libro incunable).
Don Cristóbal, ¿dónde nació
su Señoría ?
-Yo soy natural de Génova. Mi madre me dio a luz en el año de 1.436
y mi padre que fue un tejedor empedernido, me aconsejó que me dedicara a
los estudios civiles y nunca tomara la carrera de las armas como lo hicieron mis
hermanos Bartolomé y Diego.
Pero, existe siempre la curiosidad de saber:
¿de dónde le vino esa vocación por los viajes?
-Bueno, al salir de la Universidad de Pavía empezó mi vocación
náutica. Siempre tuve pasión por expediciones marítimas atrevidas.
Me recuerdo que en uno de esos viajes desembarqué en Lisboa a mediados del
año de 1.470. Yo tenía entonces 34 años, pero tiene Ud. que
comprender que desde los 19 años fui un marinero aventajado. No me da vergüenza
decirlo, porque siempre estuve curtido en las penosas faenas de la navegación.
Almirante, cando usted llega a Lisboa estaba
todavía soltero, ¿no es cierto?
-Si es verdad, pero al poco tiempo me uní en matrimonio con
Felipa Moñis de Palestrello, hija de un navegante genovés que le
servía al rey de Portugal Don Eduardo. Al fallecer mi suegro, empecé
a estudiar sus bitácoras y sus cartas de navegación que había
heredado mi esposa.
Y me imagino que también viajaba para
esa época.
-Por supuesto. La vocación nunca muere. Comencé a viajar con
marinos portugueses a lo largo de la costa occidental de África, visité
las Islas Azores y al fin decidí, con mi esposa, establecer mi residencia
en la Isla de Puerto Palos.
Realmente ¿Ud. tuvo influencia de viajeros
famosos?, pues se dice de su interés por los viajes de Marco Polo.
-Si es verdad. Conocí las descripciones maravillosas de ese genio
de la mar. Me interesé por los imperios de Cathay<
y Cipango. Pero le confieso que esas lecturas me inspiraron
y me revelaron la idea de que dada la esferoides de la tierra y la existencia de
las antípodas, se podía entonces pasar
de un meridiano a otro, ya sea en dirección a Oriente y también en
sentido inverso.>
Pero según me han comentado pareciera que su señoría lo que
deseaba era llegar a las costas de Asia.
--Si realmente: a las costas de Asía…a las indias; pero siempre navegando
con rumbo al Occidente y por el ignoto Atlántico. Yo siempre había
pensado que sólo Dios era el autor de mis hazañas y que incluso yo
estaba predestinado para algo importante. Fíjese que mi nombre proviene de
la palabra Columbus, y no es por casualidad porque eso
significa que yo debería llevar la paloma de la paz, la rama del olivo y
el óleo del bautismo mucho más allá del mar Océano.
Tuve una gran fe en que estaba consagrado para esa misión.
Usted estaba al servicio del Rey Don Juan
II: ¿le ofreció al monarca su proyecto de navegación?
-Claro, era mi gran oportunidad. Yo discutí con el Reyl
mis ideas de descubrir un camino recto para llegar a la India, pero como le dije:
a través del Atlántico. Pero lamentablemente el Soberano estaba rodeado
de cortesanos envidiosos que no sabían nada de cosmografía. Cuando
Don Juan II les sometió mi proposición, esa gente la calificó
de irrealizable e incluso la condenaron por insensata. ¿ Qué te parece?
Que falta de visión…pero: ¿es
verdad que Don Juan II, por debajo de cuerda, despachó un buques para explorar
tu ruta? Al menos eso es lo que había comentado.
-Lamentablemente después me enteré que así había sido;
y que los marineros inexpertos sólo habían avanzado unas 100 millas
más allá de las Azores y con mucho miedo decidieron volver a Lisboa.
Pero para cubrir ese rotundo fracaso, lo que hicieron al llegar fue ridiculizar
de nuevo mi proyecto e incluso llamarme loco. Fue un comportamiento desleal.
Y seguramente usted después de ese
intento fallido tuvo que hacer algo para no perder su entusiasmo.
-Después de haber pasado 12 años en Lisboa, y ya viudo y pobre,
me decidí a volver a Génova con mi hijo Diego y con muchísima
fe en mi proyecto.
Y en Génova, ¿le aceptaron sus
ideas?
-Por supuesto que no. Ni siquiera en Francia, cuando se lo presenté a su
Majestad Don Carlos VIII, quien ni siquiera quiso oírme.
Me imagino que todo ello fue para usted muy
desalentador
-Le confieso que me produjo una gran pena en mi ánimo. Pero también
es verdad que todavía me había quedado un recurso: irme al reino de
Castilla. Acompañado de Diego nos fuimos y entramos por el puerto Palos de
Moguer; y al caer la tarde de ese mes de agosto, pudimos llegar a la portería
del convento franciscano de La Rábida, pidiendo albergue y pan. Y recuerdo
que fue el reverendo padre Fray Juan Pérez de
Marchena, quién ya sabía que sólo
necesitábamos una noche de posada, pues deberíamos seguir hacia la
ciudad de Huelva donde vivía mi cuñado.
Me cuentan que como el Fraile
Marchena había sido confesor de la Reina Católica, eso fue
una buena premonición
-Si realmente. El Fraile Marchena sí
había comprendido mi proyecto; así como el marino Pedro de Velasco
y el médico García Fernández. Y fueron ellos los que me aconsejaron
que me fuera a Córdoba , donde moraban los Reyes Católicos. Y no sólo
eso, sino que el mismo Marchena me dio una carta de
recomendación para el Fraile Hernando de Talavera, que era el confesor de
la Reina. Todo esto fue en el año de 1486.
Y qué tal ese otro intento?
-Bueno logré tener una cita con el ilustre prelado González de Mendoza,
que como se sabe era el gran cardenal de España. Este ilustrísimo
señor fue muy tolerante con mi proyecto y por su mediación logré,
al fin, una audiencia con los reyes Doña Isabel y Don Fernando. Ellos Fueron
muy benévolos, pero lógicamente tenían que someter el proyecto
a una Junta de Cosmógrafos y también a la Universidad de Salamanca.
Pero Almirante, ¿cómo fue posible
que estando España en un momento crítico para combatir al último
reducto de los moros y con la aspiración de conquistar Granada, se pudieran
también interesar en su proyecto?
-Bueno para que Ud. vea, aunque no era un momento muy feliz para lograr
el convencimiento, siempre tuve amigos devotísimos que me alentaron en mi
persistencia, como: los dominicos de San Esteban de Salamanca, los duques de Medinasidonia
y de Medinaceli, Don Diego de Deza, que
luego fue arzobispo de Sevilla y la Marquesa de Moya, entre otras personalidades.
Yo realmente lo que esperaba era que se rindiera Granada, para comenzar de nuevo
con mis insistencias y vicisitudes .
Pero después de todo esto, tenía
que suceder algo: ¿no es así?
-Algo y muy bueno…pues el 17 de abril de 1492 firmamos el llamado Acuerdo
de Santa Fe, el cual resumió en cinco puntos básicos mis principales
aspiraciones.
Me imagino que además le deben haber
adelantado el dinero necesario para cubrir los gastos de su primera expedición.
-Si claro, habían estimado para las expediciones más o menos
150 mil florines oro del Tesoro de Aragón ; dos carabelas armadas en la Villa
de Palos y una más que yo y Alonso Pinzón ofrecimos para el viaje.
Ud. señor me acaba de señalar
que su contrato establecía cinco puntos a su favor: ¿cuáles
fueron?
-Por lo general no me gusta alardear sobre mis ventajas personales de esa importante
expedición; pero como Ud. comprenderá después de tanta espera
y tensiones debería asegurar mi futuro y el de Diego. En el documento se
estableció que de por vida yo tendría el justo empleo de Almirante
de todas las tierras que descubriera, y también que sería Virrey y
Gobernador de ellas; y el privilegio, de proponer con el Rey de España algunos
nombres para gobernar las futuras provincias. Yo también podía reservarme
una décima parte de todas las riquezas y artículos de comercio que
se obtuviesen dentro del almirantazgo, pero deduciendo los costes. Yo también
sería el juez de todas las causas y litigios que ocasionara el tráfico
entre España y las futuras provincias a conquistar. Y todo ello se daría
como compensación por la octava parte de los gastos que yo debería
poner para armar las carabelas. Y por Real Cédula del 30 de abril, se había
decidido otorgar un seguro para la tripulación para que se animaran frente
a tanta incertidumbre.
Que maravilla… Varios privilegios bien
merecidos por tanto riesgo. ¿Y usted cómo distribuyó el comando
de las naves?
-Yo mandaba la carabela mayor, o sea: la Santa María; y luego decidí
darle el comando de La Pinta a mi amigo Martín Alonso Pinzón, y para
manejar La Niña tuvimos la excelente idea de dársela al hermano menor
de Martín, o sea: Vicente Yánez Pinzón. Toda la tripulación
fue de 120 personas y llevamos víveres para 12 meses. Y entonces, Don Luis
de Santángel, contador mayor de Aragón,
para ese primer viaje nos adelantó, en forma de préstamo, apenas 17
mil florines oro.
Y me imagino lo emocionante que fue para todos
ustedes y la población de Puerto de Palos, al verlos zarpar.
-No sólo fue emocionante, sino que en esa madrugada del 3 de agosto
de 1492 la multitud alzaba sus manos hacia el cielo implorando al Señor un
buen éxito, aunque existía un gran escepticismo. Pero para esa fecha
nos hicimos a la mar, con la mirada puesta primero en las Islas Canarias y en especial
en la isla de la Gomera.
Y qué tal ese viaje?
-Bueno, las naos no eran muy buenas, La Pinta tuvo problemas
y ello alarmó a los marineros muy supersticiosos. Pero yo debería
seguir con mi empeño; y entonces el 6 de septiembre partimos rumbo al oeste
como era mi teoría . El primer día me preocupé porque había
poco viento. Ya el segundo día si comenzamos a navegar como yo esperaba,
pero mi tripulación estaba muy asustada de entrar en un mar totalmente desconocido.
Me di cuenta entonces que además de gobernar la nave, debía tener
mayor influencia psicológica sobre los marineros e inspirarles confianza,
y fue así como yo nunca me aparté de la cubierta y les daba palabras
de aliento.
Es decir que Ud. estaba poniendo en juego
toda una experiencia de 30 años y la habilidad de navegar que había
aprendido con los portugueses.
-Si es verdad. Yo ponía mucha atención en el movimiento de las mareas,
en la dirección de las corrientes y en el vuelo de los pájaros; observaba
los pescados, las plantas marinas y reunía todas mis observaciones en mi
bitácora, de una manera muy minuciosa. Incluso, tuve que llegar al artificio
de esconder a mi tripulación datos que los podían preocupar en demasía.
Cuando ya estábamos a doscientas leguas de la isla de la Gomera, yo tenía
que decirles a los marineros que no habíamos avanzado mucho todavía,
y eso les alentaba un tanto. Además los vientos nos favorecían mucho
hasta el punto de que no tuvimos que cambiar los aparejos. A cuatrocientas leguas
de Canarias, encontramos un mar lleno de algas y varias aves revoloteado muy cerca
de las naves. Era un buen signo. Los primeros días de octubre ya estábamos
a setecientas setenta leguas al oeste de Canarias. Habían pasado tres semanas
y la tripulación comenzaba a preocuparse y clamaron contra la incredulidad
del viaje, que según ellos arriesgaban sus vidas. Creo que, incluso, tenían
la idea de lanzarme al mar y volver ellos a España. Esa rebelión si
me pareció muy peligrosa. Tuve que dulcificar los ánimos y fingir
muchas cosas para poderla atenuar.
Caramba… era una tarea muy especial
para persuadir e insistir.
-Fue lo más complejo del viaje, poder manejar y tener influencia
sobre seres humanos desconfiados y encolerizados. Pero también al ver los
pájaros que se dirigían al suroeste, tuve que seguir esa misma dirección.
Y había pasado ya un mes, y nada que veíamos tierra; sólo mar
y cielo. Era realmente aterrador, pero no podía confesarlo. Y sentía
que no podía dominar el ímpetu de una tripulación que lo que
quería era regresa a España; entonces se me ocurrió proponerles
lo siguiente: que sí en tres días más no hallábamos
tierra, yo tomaría la decisión de volver y abandonaría la empresa.
Y por supuesto esta decisión fue muy atrevida
para usted.
-Sí, pero ya tenía varias evidencias que podía pronto llegar
a tierra. Por ejemplo La Pinta divisó una caña que flotaba en la mar
y una pieza de madera que parecía trabajada por el ser humano; la tripulación
de La Niña encontró flotando una rama de árbol con bayas rojas
todavía frescas. Además, el aire era más suave y caliente.
En la tarde del 11 de octubre de 1492, yo les dije a la tripulación que nos
mantuviéramos alerta durante toda la noche; y a las 10 PM., cuando yo me
encontraba en el castillo de proa , observé una luz a cierta distancia y
llamé a Pedro Gutiérrez, quién a su vez se la mostró
a Salcedo, comisario de la escuadra…. Y en efecto un poco más de la
media noche, la tripulación de La Pinta comenzó a gritar : tierra…tierra
después que lo hiciera Juan Rodríguez Bermejo, alias Rodrigo de Triana; y sólo fue al amanecer, cuando pudimos
ver a dos leguas al norte una isla llana y verde, adornada de bosques. La tripulación
de La Pinta comenzó a cantar el Te Deum para dar gracias a Dios. Hubo lágrimas
de gozo y múltiples felicitaciones.
Y usted, por supuesto muy feliz.
-No sólo feliz, sino orgulloso del logro. La tripulación se lanzó
a mis pies, manifestando señales de arrepentimiento en relación a
sus faltas y pidieron perdón. Era el 12 de octubre de 1492, del calendario
Juliano.
¿Y cómo fue ese desembarco?
-Al salir el sol, todas las chalupas guarnecidas de hombres y armadas, se adelantaron
hacia la isla; banderas desplegadas, al son de una música guerrera, y con
todo el aparato militar. A medida que nos acercábamos a la Isla , veíamos
como en la costa llegaban habitantes, atraídos por la novedad del espectáculo;
estaban realmente admirados y nosotros también. Yo fui el primero en llegar
a tierra en ese Nuevo Mundo que llamamos la Isla de San Salvador o
Guanahaní en idioma local; desembarqué con la espada en
la mano y seguido de mi comitiva. Todos besamos la tierra y alzamos un crucifijo
para dar gracias a Dios por el feliz éxito del viaje; y de inmediato tomamos
posesión de esas tierras para la Corona de Castilla y León, con todas
las formalidades de ley, apoyado por Rodrigo Sánchez representante de los
Reyes y por el escribano Rodrigo de Escobedo. Yo al comienzo creía que había
llegado a los dominios del Asia- a la India- pero después supe que esas tribus
eran Taínos, o sea una familia lejana de los Arawak
de América del Sur.
Tuvo alguna opinión relativa a la Isla
que había descubierto
-Yo siempre pensé que habíamos encontrado una población
que vivía en una Utopía, pero no lo supimos reconocer por nuestra
arrogancia y complejo de superioridad. No estábamos buscando el sistema social
perfecto. Sólo estábamos interesados en el oro, en las perlas, en
las especies. Es lamentable, pero fue así.
¿Y por qué se ha comentado que
usted al regresar a España tuvo que viajar sólo a bordo de La Niña
?
-A se me olvidaba ese detalle lamentable. En enero de 1493 la carabela Santa María
se había ido a pique en la Isla que denominamos La Española; y La
Pinta había desertado; entonces regresé a España a bordo de
La Niña y fue el 6 de marzo de 1493 cuando llegué a la desembocadura
del río Tajo con una fuerte borrasca, tomando puerto en Lisboa, acogido con
especial benevolencia por Don Juan II y sus cortesanos; luego el l5 de marzo crucé
la barra de Saltes, y al llegar a Palos de Moguer, me esperaban los vecinos con
lágrimas en los ojos y con una emoción indescriptible. Allí
desembarcamos acompañados de algunos indígenas de las tierras descubiertas
y de inmediato nos fuimos a la Iglesia Parroquial de Santa María, donde el
esclarecido Marchena entonó con voz temblosa
y lágrimas de regocijo, un solemne Te Deum en acción de gracias al
Todopoderoso. Y finalmente el 3 de abril me fui a Barcelona, donde residían
los Reyes Católicos, y allí fui recibido con ostentosa magnificencia
y extraordinarios honores.
Y por supuesto los reyes vibrando de entusiasmo.
-Sí, Don Fernando y Doña Isabel, con su hijo el Príncipe Don
Juan, se hallaban sentados bajo un magnifico dosel, esperando mi presentación,
y cuando me aproximé, se levantaron de sus sitiales, y extendieron hacia
mi sus manos para saludarme; luego me senté ante ellos y después de
una breve pausa, los reyes me pidieron que les relatara toda esa maravillosa travesía..
Su testimonio debe haber sido muy emocionante
-Sí…muy emocionante y terminé diciéndole a la Reina
Doña Isabel, una soberana que había creído mucho en mi promesa,
lo siguiente: “Señora, mis esperanzas se han cumplido, mis planes se
han realizado; vengo a mostrar mi gratitud a vuestra generosidad, y a ofreceros
una conquista que hasta ahora no ha costa a la humanidad ni un crimen, ni una gota
de sangre, ni una lágrima; a vuestras plantas presento los testimonios que
acreditan el feliz resultado de mi expedición y el homenaje de mis más
profundos respetos a unos soberanos a quienes tanta gloria en ellos cabe. “
A los marinos de Colombia se dedica este artículo. Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.
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