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EL INCIDENTE DE LA CORBETA ARC CALDAS

MAURO ROZO MANTILLA


Internacionalista - FARIES - IEGAP

Corbeta ARC Caldas. Fuente: ejercitodecolombia.blogspot.com

1. Aproximación al tema


Era cerca de la media noche del 17 de agosto de 1987, cuando el Señor Presidente de Colombia, Virgilio Barco Vargas, se dirigió al país. La apremiante situación había hecho que el centro de toma de decisiones se trasladara de la Casa de Nariño a la residencia de Julio Londoño Paredes, su Ministro de Relaciones Exteriores. Si bien hasta comienzos de ese mes no se presentaban situaciones irregulares, en menos de dos semanas la rutinaria marcha de una corbeta se había convertido en una inminente amenaza de guerra.Ese mismo mes, el Señor Presidente había cumplido su primer año de gobierno que no había sido fácil, puesto que la guerra contra el narcotráfico estaba en todo su furor debido a la sangrienta ofensiva desatada por el denominado Cartel de Medellín contra el país en general. Además, en junio, el Ejecutivo había declarado rota la tregua que tenía con la guerrilla de las Farc, luego del ataque a unidades del Ejército en el departamento de Caquetá.
Sin embargo, ese día el Señor Presidente debía actuar como un prominente estadista. Su carácter serio y aplomado le daba credibilidad. Su carrera política había sido variopinta, desde concejal en su natal Cúcuta, hasta convertirse en el adalid del liberalismo colombiano que se cohesionó a su alrededor, porque tal y como lo indicó López Michelsen -quien gobernó al país entre 1974 y 1978- al referirse a las elecciones presidenciales: "Si no es Barco ¿quién?".
Ahora la situación se complicaba y se requerían de las capacidades del Señor Presidente para solucionar una crisis en la que según el entonces canciller "Venezuela estuvo cerca, ad portas de invadir a Colombia" (Rueda, 2015).No era para menos, la crisis de la Corbeta ARC Caldas, hizo movilizar el Ministerio de Defensa, la Cancillería, el Presidente de Argentina y hasta la Organización de los Estados Americanos.

Mapa del lugar del incidente. Se aprecia el golfo de Venezuela y las penínsulas de la Guajira y de Paraguaná. El gráfico muestra la percepción venezolana y su tesis fronteriza de la costa seca.
Fuente: blogdebanderas.com
Hasta entonces -y aún todavía-, las dos Naciones habían tenido dificultades para delimitar las áreas marinas y submarinas del golfo de Venezuela. Mientras que el Gobierno neogranadino había propuesto en varias ocasiones que se tuviera presente el principio de equidistancia para crear una frontera marítima, su contraparte se mantuvo en su posición de control absoluto del Golfo, condenando a Colombia a tener una costa seca.El gobierno de Colombia no estaba de acuerdo.
Durante muchos años, antes incluso de que el Señor Presidente se instalara en su despacho, sus predecesores habían mostrado inconformidad con las decisiones venezolanas. Su inmediato antecesor, Belisario Betancur, había revisado la rutina de patrullaje de las naves de la Armada Nacional, proceso que había sido instaurado desde inicios de la década del 70, cuando Misael Pastrana ocupaba el solio presidencial.
Para los dirigentes colombianos no podía existir excusa cuando se hablaba de soberanía en el Golfo. Cada Gobierno había intentado infructuosamente negociar con Venezuela. Cada Gobierno había renovado votos para ponerle punto final al diferendo, y cada Gobierno había visto frustradas sus intenciones ante la negativa del país vecino. De modo que cuando existía la remota esperanza de llegar a un acuerdo, aparecían los gritos de voces chauvinistas que demandaban cesar cualquier arreglo con Colombia, so pena de exponer al presidente venezolano a un linchamiento mediático o a un golpe de Estado.
El Señor Presidente también quiso negociar cuando fue su turno. Su canciller (el mismo que esa noche había prestado su casa para ser el centro de toma de decisiones), invitó al gobierno de Caracas a alcanzar un pronto arreglo o a recurrir a la diplomacia internacional. Propuesta que una vez más fue rechazada con desdén por Venezuela.
Pero entonces, ¿cómo era que todo se había salido de control? ¿Por qué el Señor Presidente se veía obligado a tomar una decisión esa misma noche? Pues bien, a mediados de julio, el día 14, el buque ARC Malpelo de la Armada de Colombia, estaba navegando en su mar territorial, cerca del paralelo de Castilletes. Allí se encontró con seis barcos pesqueros con bandera venezolana, por lo cual les solicitó retirarse. Estos barcos hicieron consultas a la base naval de Palo Alto en la localidad de Punto Fijo, y allí se les ordenó la retirada. Una semana después, la corbeta ARC Antioquia, encontró en el mismo lugar, a dos pesqueros venezolanos que también accedieron a salir de aguas jurisdiccionales colombianas.

2. Colombia: Actores principales durante la crisis



3. Desarrollos


El 1° de agosto, tal como lo registra Bendeck (1994), la Corbeta ARC Caldas zarpó de la base naval de Cartagena de Indias para hacer un rutinario patrullaje desde Santa Marta hasta Castilletes. El 9 del mismo mes se encontró en la zona en cuestión, pero en esta oportunidad, no encontró dos o seis pesqueros sino una embarcación militar venezolana, la cañonera ARV Libertad. Eran cerca de las 10:00 horas cuando el Comandante de la cañonera, el capitán Alfredo Castañeda Giral, envió un mensaje por radio a la Corbeta Caldas, para informarle que ésta se encontraba en mar territorial venezolano y la exhortaba a abandonar dichas aguas, por lo cual el Comandante de la Corbeta, capitán Sergio García Torres le respondió "se encuentran ustedes en Zona Económica Exclusiva colombiana. Favor retirarse".
Continuaron las partes exhortándose mutuamente a abandonar lo que reclamaban como propio, si bien casi media hora después, la Corbeta colombiana continuó con su patrullaje hacia la costa de La Guajira, no sin antes reiterar que aquellas aguas eran de su soberanía.Recuerda el entonces Ministro de Defensa colombiano, general Rafael Samudio Molina, que por esos días había recibido en visita oficial a su contraparte venezolana: "el General Heliodoro Guerrero había venido el 7 de agosto en visita oficial. Viajamos a Cartagena en una muestra de cordialidad, él viajó luego a Caracas. Al regresar a Bogotá, recibí la información del incidente: cuando la corbeta entró en el Golfo, había buques de guerra venezolanos".
El 10 de agosto el general Guerrero regresó a Caracas e informó en el Palacio de Miraflores, que el día anterior "una unidad de la Armada Colombiana cruzó la línea fronteriza hacia el lado venezolano, pero al invitársela a abandonar la zona lo hizo de manera pacífica" (Giusti, 1987). No obstante, ese día la cañonera venezolana Libertad navegó al occidente del Archipiélago de Los Monjes mientras llegaron los refuerzos: la fragata ARV General Salom y el buque patrullero ARV Independencia, todos estos con la paciente encomienda de proteger lo que creían suyo.
Pero al día siguiente, el 11, el Vicealmirante Carlos Ospina Cubillos, Comandante entonces de la Fuerza Naval del Atlántico, recibió órdenes de sus superiores en Bogotá que manifestaban la gravedad de la situación: a las 10:00 horas el Comandante General de las FF.MM ordenó que la Corbeta ARC Caldas "o un buque de guerra de similares características" debía permanecer en las aguas en cuestión. Al medio día, el Comandante de la Armada Colombiana ordenó que una nueva corbeta, la ARC Independiente, debía alistarse para zarpar; luego, hacia las 14:00 horas, ordenó que el submarino ARC Tayrona se estableciera cerca del área "sin sobrepasar Punta Gallinas" (Bendeck, 1994).

Fragata ARV Almirante Brion. Fuente: www.shipspotting.com
En Caracas y Punto Fijo, la situación era muy parecida: a las 18:00 horas llegó la fragata ARV Almirante Brion al área, como complemento de la ya superior fuerza venezolana. Un poco después de las 23:00 horas, la corbeta colombiana se encontraba a diez millas de la costa y, sorpresivamente, notó que las embarcaciones ARV Independencia y ARV Almirante Brion se encontraban cerca de su posición. Para entonces, exhortarles a abandonar el área era inútil: los buques venezolanos manifestaron mantenerse en ese lugar y unos minutos después, el Vicealmirante Ospina ordenó a la Corbeta Caldas, hacer una vigilancia "aérea, superficie y submarina" desde la Alta Guajira hasta Castilletes.
Pasada la media noche, la Corbeta Caldas desaceleró su curso, mientras la patrullera venezolana ARV Libertad la seguía a tan sólo 100 yardas, cortándole la proa. En términos marinos, cortar la proa es una acción hostil, es sobrepasar a la otra embarcación, atravesándosele en su rumbo. En una situación como esta el peligro de una colisión es muy alto, de lo cual se percató el comandante de la Corbeta, quien volvió a insistirle a la embarcación venezolana que se retirara de las aguas colombianas.
Ya en la madrugada del 12 de agosto "el 80% del potencial naval de Venezuela se encontraba en el área (…) ya se habían unido las fragatas ARV-Mariscal Sucre y ARV-General Urdaneta" (Bendeck, 1994). A las 6:00 horas, el general Guerrero, el ministro de Defensa venezolano que hacía poco estaba en una cordial visita en Bogotá, ordenó el despliegue de la Fuerza Aérea: dos aviones F-16 sobrevolaron "amenazadoramente durante 15 minutos" a la Corbeta Caldas (Bendeck, 1994). Dos horas después, desde la base naval de Punto Fijo enviaron un mensaje a la base de Cartagena de Indias: se hacía un llamado a la reflexión y se reiteraba que las aguas eran venezolanas, a lo cual se respondió que la Corbeta Caldas patrullaba en aguas colombianas y que sus instrucciones eran claras.
La tensión continuó ese día. A las 11:00 horas se activó el Comando de Operaciones Conjuntas de las Fuerzas Militares de Colombia en segundo grado, y zarpó de Cartagena la Corbeta ARC Independiente y, al medio día, se ordenó el alistamiento de las unidades colombianas. Luego, cerca de las 14:00 horas, el patrullero venezolano Libertad reemplazó las embarcaciones ARV Almirante Brion y ARV Independencia, en el área donde estaba la Corbeta Caldas. Al parecer, la tripulación de la Corbeta colombiana sabía a qué se exponía en ese momento, y lo dejó entrever en un comunicado enviado a Cartagena de Indias, en el cual afirmó que "estaban dispuestos hasta las últimas consecuencias" (Bendeck, 1994). Esa noche, el Señor Presidente se reunió con el Embajador venezolano en Bogotá sin resultados aparentes. En Caracas, el Gobierno venezolano estimó que las acciones colombianas eran una provocación y una escalada.

Fragata ARV Mariscal Sucre. Fuente: www.armada.mil.ve
El día siguiente, 13 de agosto, la tensión aumentó y blindados venezolanos llegaron a la frontera con Colombia. Dos días después, el 15, la Corbeta ARC Independiente remplazó la Corbeta ARC Caldas. Pero el día 16, la Corbeta colombiana fue iluminada por la Fragata Sucre de Venezuela. De todas las acciones que ocurrieron esa semana, ésta fue tal vez la más importante, la más significativa y la más irresponsable.
-Nos iluminaron -recordó el Vicealmirante Ospina Cubillos- lo que significa que Nos estaban apuntando y que sus misiles iban a ser disparados en cualquier momento contra nosotros.
En lenguaje marino y tal como lo indicó el Vicealmirante Ospina, la iluminación de un buque no es otra cosa que el preludio del ataque. Los sistemas electrónicos permiten saber con exactitud, cuándo un buque es iluminado y cuándo son lanzados los torpedos. Es una acción hostil, una amenaza.
No obstante, cuando la Corbeta ARC Independiente fue iluminada, se le solicitó a la embarcación venezolana suspender esa actitud, y en una muestra de respeto, la Fragata ARV Sucre cesó esa acción.
La actitud colombiana era invariable: no quería ser un país agresor. La tensión dio paso a la crisis, pero el Gobierno colombiano se mantuvo en su posición sin recurrir al uso de la fuerza. El Señor Presidente, junto con los Altos Mandos Militares, tenía control absoluto de la situación y centralizó las decisiones desde Bogotá: había ordenado a la Corbeta ARC Independiente, mantener una actitud sin equivocaciones para evitar un desencadenamiento de las hostilidades. Sin embargo, le recordó al Comandante de la corbeta, que en el caso de un ataque, su responsabilidad recaía en la defensa de su buque.
Hacia el mediodía, un helicóptero de la Armada venezolana sobrevoló la Corbeta colombiana y durante todo el día 16, la ARV Mariscal Sucre siguió de cerca las posiciones de la Corbeta ARC Independiente.

Mapa del lugar del incidente. Se aprecia el Golfo de Venezuela y la Península de La Guajira. El mapa muestra además las posiciones de las embarcaciones de los dos países el 15 de agosto de 1987. El mapa muestra también la percepción colombiana y su tesis fronteriza de la línea media.
Fuente: Bendeck Olivella. Op. Cit.
A las 14:00 horas, "los buques venezolanos se sitúan a distancia de disparo de misil" y la ARV Mariscal Sucre iluminó de nuevo a la Corbeta colombiana con su radar de control de tiro, pero en esta ocasión la embarcación venezolana no respondió a los llamados de atención de la Corbeta ARC Independiente (Bendeck, 1994). El Capitán colombiano entendió entonces que ese era el fin, que en breve su nave iba a ser hundida y sus hombres serías mártires de la patria, y quizá con zozobra pero con determinación decidió que de ser atacada su Corbeta, él y su tripulación darían la pelea y no morirían en vano, y como el buen marino que conoce su barco sentenció que "antes de ser tocado, podría destruir varias unidades venezolanas" (Bendeck, 1994). En ese caso, el submarino ARC Tayrona habría entrado a defender a la Corbeta y a la soberanía colombiana.
Entonces, las acciones de batalla ya estaban planeadas: Venezuela tenía desplegada en la frontera "una fuerza equivalente a una División, así: tres batallones de infantería, un batallón de tanques…, unidades de Artillería Antiaérea, baterías de cohetes…" (Bendeck, 1994). La inteligencia colombiana estimó que la ofensiva venezolana tendría como propósito invadir la península de La Guajira. Además, la Fuerza Aérea venezolana podría actuar sobre objetivos de valor estratégico en las ciudades de Barrancabermeja, Cartagena de Indias y Barranquilla, mientras los blindados lo estaban para Cúcuta (ciudad natal del Señor Presidente), y Buenavista en La Guajira.
La versión venezolana de los hechos la describe el ex Ministro de Defensa de ese país, el general Fernando Ochoa Antich, en su obra "Así se rindió Chávez", que a continuación se transcribe:
El 1 de agosto de 1987, zarpó de la Base Naval de Cartagena la Corbeta ARC Caldas comandada por el Capitán de Fragata Sergio García Torres, con la misión de hacer presencia en áreas del Golfo de Venezuela, correspondientes al área reclamada por Colombia de acuerdo con su tesis de la Línea Media. Las órdenes para aquella operación provenían directamente de la comandancia de la Armada de Colombia y habrían sido aprobados de forma expresa por el presidente Virgilio Barco Vargas. La Corbeta Caldas realizó diversas tareas de patrullaje y control de tránsito durante la primera semana de agosto. El día 9 a las 09:00 horas, se encontraba navegando dirección sur en Lat. 11° 46´n Long. 70° 52´ w, es decir, al sur del paralelo de Castilletes. A las 09:10 horas de ese día, el patrullero milístico venezolano ARV Libertad al mando del Capitán de Corbeta Alfredo Castañeda Giral, tuvo un primer contacto visual del ARC Caldas, iniciando su persecución. Aproximadamente a las 09:51 horas, según la versión colombiana, la Corbeta ARC Caldas se encontraba en Lat. 11° 46 n; Long. 70 53, navegando hacia el Oeste cuando avistó el patrullero ARV Libertad que se localizaba en Lat 11° 49 norte´; Long 50 44 oeste.
A esa hora, encontrándose ambas embarcaciones al sur del paralelo de Castilletes, se produjo un primer intercambio de mensajes radiales entre el Capitán de Corbeta Castañeda Giral y el Capitán de Fragata García Torres:
- "Corbeta Caldas de Patrullero Libertad, cambio".
- "Corbeta Caldas de Patrullero Libertad si me copia. Usted se encuentra en aguas jurisdiccionales venezolanas sin autorización, sugiero de inmediato retirarse hacia el norte de la Guajira, cambio". - "Corbeta Caldas, interrogativo si me copió, cambio".
- "Aquí ARC Caldas de la República de Colombia, cambio".
- "Bienvenido Patrullero Libertad al mar territorial colombiano, zona económica exclusiva, cumpliendo navegación rutinaria".
- "ARC Caldas de ARV Libertad. No existe tal zona económica exclusiva, estas son aguas jurisdiccionales de Venezuela. Usted está en el golfo de Venezuela y hemos ejercido soberanía desde antes de la independencia. Le ordenó desalojar estas aguas, cambio"
A partir de ese momento los comandantes del ARV Libertad y del ARC Caldas entrecruzaron distintos mensajes, planteando cada uno la indebida permanencia de la otra embarcación en aguas territoriales de su país. Sin lugar a dudas, la tarea del Capitán de Fragata García consistía en dejar constancia debidamente registrada y verificable de la presencia de la Armada Colombiana al sur de Castilletes. De allí la insistencia en resaltar las coordenadas situadas al sur del paralelo 11° 50´, calificándolas de 'mar territorial colombiano' y exigiendo la retirada de las naves militares y de pesca venezolanas. Al retirarse la Corbeta Caldas a las 15:50 horas del mar territorial venezolano, los comandantes de las dos unidades de la armada colombiana y venezolana mantuvieron el siguiente diálogo:
- "Caldas de Libertad: Es una decisión muy sabia de su parte".
- "Gracias por haber cumplido la orden".
- "Libertad de Caldas: procedo a abandonar el área. He cumplido mi misión de hacer presencia y ejercer control terminado".
- "Caldas de Libertad: su retirada reafirma la soberanía venezolana del golfo de Venezuela. Terminado".
La provocación colombiana fue realizada con absoluta premeditación. El general Heliodoro Guerrero Gómez, Ministro de la Defensa se encontraba en Cartagena el 9 de agosto día cuando la Corbeta Caldas ingresó en el mar territorial venezolano como huésped del vicealmirante Rafael Araujo Grau, Comandante de la Armada colombiana. A partir de esa fecha, comenzó un delicado enfrentamiento militar y diplomático con Colombia, que obligó a Venezuela a realizar una eficiente movilización de sus Fuerzas Armadas: en la madrugada del 10 de agosto arribó al golfo de Venezuela la fragata misilística ARV General Salom (F-25), al mando del Capitán de Navío Pierre Herrera Isturíz, quien asumió el comando táctico de las operaciones, acompañado del patrullero cañonero ARV Independencia, comandado por el Capitán de Corbeta Daniel Fontaine Jean -Pierre. En la tarde del 10 de agosto el ARV Brion comandada por el Capitán de Navío Jesús Arizmendi Herrera, relevó el ARV Salom que navegó a puerto. En la noche del 11 de agosto, el ARV Brion detectó con sus radares una nave situada al norte de la Guajira. En ARV Independencia localizó el ARC Caldas, navegando sin luces en una posición situada en las inmediaciones del archipiélago de Los Monjes. Durante esa noche, se produjeron tres comunicaciones entre los comandantes del ARC Caldas y el ARV Brion, solicitando mutuamente abandonar las aguas territoriales de sus respectivos países. El ARV Independencia realizó una maniobra de corte de proa en un acto considerado como ofensivo.
Ante esa situación, la Armada Venezolana movilizó hacia el área del golfo de Venezuela las fragatas Mariscal Sucre (F-21), bajo el mando del Capitán de Navío Jesús Briceño García y la Urdaneta (F-23), comandada por el Capitán de Navío Luis Guerrero Ramírez. La Fragata Brion (F22), regresó al área del golfo de Venezuela. También lo hizo el Escuadrón de Submarinos, al mando del capitán de navío Rafael González Molero. Desde la madrugada del 12 de agosto hasta la medianoche del sábado 15, el ARC Caldas navegó, fondeó al sur de la línea de prolongación de la frontera terrestre, enunciada por Venezuela como parte de su mar territorial. Durante esos días, la Armada venezolana realizó operaciones de patrullaje en las costas norte y este de la península de la Guajira, detectando dos corbetas, un submarino y tres patrulleros de la Armada colombiana. Los submarinos venezolanos Sábalo y Carite se mantuvieron sumergidos, ocupando alternativamente posiciones en las proximidades de Castilletes y al norte de Los Monjes. Los aviones F-16 mantuvieron operaciones de patrullaje, detectando el 13 de agosto dos Mirages colombianos, los cuales regresaron a su espacio aéreo. La ARC Caldas fue siempre perseguida por la ARV Salom, durante los días que se mantuvo dentro del mar territorial venezolano. En la madrugada del 15 de agosto, la corbeta remplazada por la ARC Independiente al mando del Capitán de Fragata Édgar Romero Vásquez (2007).
Mientras tanto, Raúl Alfonsín, el Presidente argentino que había restaurado el orden democrático en su país luego de tortuosos años de dictadura militar, se sentía con la obligación de mediar para solucionar la crisis. Lo mismo pasó con el Secretario General de la OEA, el brasileño Joao Baena. Ambos exhortaron a los Gobiernos en disputa, a buscar soluciones que mantuvieran la paz.
Ahora era el turno del Señor Presidente de dirigirse al país. Era cerca de la media noche y se encontraba en la casa de su Ministro de Relaciones Exteriores. Virgilio Barco no podía ignorar la intención bélica de Venezuela ni los pedidos de pacificación de la Comunidad Internacional. Tampoco podía ignorar el reclamo de soberanía sobre unas aguas que le pertenecían a la Nación que él lideraba. No podía ceder ante estas pretensiones. El Derecho Internacional respaldaba la salida marítima de Colombia en el golfo de Coquibacoa. Venezuela no quería negociar y quizá nunca estuvo dispuesta a hacerlo. Todos los recursos legales habían sido usados. Entonces, ¿era la guerra la última expresión de la diplomacia?
Colombia no podía ser un país agresor. El Señor Presidente sabía que una guerra con Venezuela no sólo era inconveniente sino perjudicial. Además, ¿no era Venezuela su país hermano? Tenían la misma bandera, compartían el mismo idioma y honraban los mismos próceres. No se debía olvidar que Venezuela y Colombia eran dos ramas del mismo árbol, dos hijos de la misma madre, dos frutos del mismo peral.
Y Virgilio Barco era un hombre inteligente. Él y su equipo evaluaron la situación. La crisis había llegado muy lejos "y era cuestión de que se le saliera un tiro a alguien" para que no hubiera marcha atrás (Bendeck, 1994). El Señor Presidente ya tenía su decisión tomada. Quizá no le iba a agradar a muchos y quizá podría encontrar resistencia y oposición, pero tenía la seguridad de que era la correcta. No en vano, había desgastado su tranquilidad los últimos días en sempiternas reuniones con expertos en el tema, y largas y tortuosas horas de conversación con cuanto ilustre personaje demandaba ser escuchado. En todo caso, el pronóstico no era para nada alentador y hasta el más optimista podría pensar que una guerra era poco más que una locura. Eran las 11:45 del lunes 17 de agosto, fecha y hora en la que el señor Presidente dirigió el siguiente mensaje a los colombianos:
Compatriotas: Los gobiernos de Colombia y Venezuela han recibido fervientes exhortaciones del Secretario General de la Organización de Estados Americanos Joao Baena Suárez y del Presidente de la República Argentina Raúl Alfonsín, a fin de que ambos países adopten medidas para aliviar la tensión existente entre Colombia y Venezuela.
Atendiendo los llamados urgentes formulados por el Secretario General de la OEA y del Presidente de la República Argentina el gobierno de Colombia fiel a los principios de solución pacifica de la controversia y consecuente con su tradicional voluntad latinoamericana ha ordenado las medidas pertinentes, para contribuir a la normalización de la situación creada y confía en que el Gobierno de Venezuela hará lo propio. El Gobierno colombiano debe reiterar, como lo ha hecho en el día de hoy en mensaje entregado al Embajador de Venezuela en Bogotá, su posición respecto a los derechos que le asisten en el golfo de Venezuela. Muchas Gracias.
La tensión disminuyó con el paso de los días. El Señor Presidente salvó a su país de una guerra innecesaria, pero lo más importante es que dejó claro ante el mundo que Colombia tenía derechos en el Golfo y que éstos no podían ser desconocidos. La mirada más pesimista apunta a que el tema de la delimitación de las aguas marinas y submarinas simplemente se congeló, y ello significa que esta crisis no sólo está latente sino que se puede repetir en el futuro con consecuencias catastróficas. Ojalá entonces Colombia tenga un Señor Presidente de la talla de Virgilio Barco.

4. El incidente y los medios de comunicación

Venezuela:


Gobierno Colombiano provocó acción en el Golfo de Venezuela. José Vicente Rangel y Jorge Olavarría. En: El Nacional. Caracas: 15 de agosto de 1987.

Fuente: http://fragatacaldascolombiavenezuela.blogspot.com.co/2013/03/v-behaviorurldefaultvmlo.html
Tensas las relaciones con Colombia por provocación en nuestro Golfo. En: Últimas Noticias. Caracas: 15 de agosto de 1987.

Fuente: http://espejoretro.blogspot.com.co/2010/08/chavez-y-la-receta-del-caldas.html

Colombia:


Duro discurso de Lusinchi; amplio respaldo a Barco. En: El Tiempo. Bogotá: 19 de agosto de 1987.

Fuente: http://www.asisucedio.co/colombia-perdio-el-golfo/
Naves venezolanas continúan en las aguas colombianas. En: El Siglo. Bogotá: 19 de agosto de 1987.

Fuente: http://www.banrepcultural.org/node/32328

REFERENCIAS


o Bendeck, J. (1994). La Corbeta Solitaria. Bogotá: Random House Mondadori.
o Giusti, R. (1987, 21 de Septiembre). El Ángulo Venezolano. Revista Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/articulo/el-angulo-venezolano/9358-3
o Ochoa, F. (2007). Así se Rindió Chávez. Caracas: CEC.
o Rueda, M. (2015, 12 de octubre). Nicaragua Quiere que le Reconozcan lo que ya le rechazaron: Londoño. El Tiempo. Recuperado de http://www.eltiempo.com/politica/gobierno/situacion-del-pais-frente-a-la-haya/16401430

LA VERDADERA HISTORIA

¿Dónde estaba el barco? ¿Hubo ultimátum? ¿Quién dio la orden? SEMANA aclara estos y otros interrogantes de la crisis del Golfo

LA VERDADERA HISTORIA, Sección Nación, edición 277, Sep 21 1987 LA VERDADERA HISTORIA


Acababan de matar a Sonny Corleone cuando los colombianos se enteraron por primera vez de que algo muy grave estaba sucediendo con Venezuela. La película "El Padrino" fue suspendida a las 11:45 de la noche del lunes 17, con el anuncio de que el presidente Virgilio Barco se dirigiría en los próximos minutos al país, a través de la Radio Nacional.
Curiosamente, la gravedad de la situación se deducía más de lo que el Presidente había dejado de decir y de la forma como había hecho el anuncio, que del contenido del mismo. Este no podía ser más lacónico. En una intervención de menos de un minuto Barco, reiterando los derechos que a Colombia le asisten en el Golfo de Venezuela, informó al país que, acogiéndose a las solicitudes de distensión del secretario general de la OEA, Joao Baena Soares y del presidente argentino, Raúl Alfonsin, y siguiendo la tradición pacifista de Colombia, había tomado "las medidas pertinentes para contribuir a la normalización de la situación creada".
¿Qué quería decir esto? ¿Por qué a la media noche de un día festivo? ¿Por qué por radio y no por televisión? Estos fueron algunos de los muchos interrogantes que surgieron a continuación de la intervención presidencial. Pero apenas al día siguiente los colombianos comenzaron a entender que lo que en un principio pareció ser un simple incidente entre dos naves militares en alta mar había adquirido proporciones casi bélicas. Lo que Barco había querido decir cuando anunció que se habían tomado las "medidas pertinentes" para normalizar la situación, era que el gobierno había ordenado el retiro de una corbeta que desde hacía una semana se encontraba en una medición de fuerzas con buques de la armada venezolana, en aguas que el gobierno colombiano siempre ha reclamado como mar territorial.
Para saber lo que realmente sucedió, SEMANA desplegó un equipo de investigadores que durante una semana trabajaron en la reconstrucción del incidente.

ITINERARIO DE UNA CRISIS


El 14 de julio, el buque Malpelo de la Armada colombiana, navegando al sur del paralelo de Castilletes (ver mapa pp. 28-29) se encontró con seis barcos pesqueros venezolanos. Cordialmente, el capitán del Malpelo solicitó a las embarcaciones venezolanas retirarse de esas aguas por ser colombianas. Los pesqueros consultaron con la base venezolana de Palo Alto, en Punto Fijo, la cual les dio instrucciones de retirarse de la zona (ver N° 1, mapa pp. 28-29). Pocos días más tarde, una corbeta colombiana, la Antioquia, protagonizó un incidente casi idéntico con otros dos pesqueros. El 9 de agosto, la corbeta colombiana Caldas, navegando por la misma zona, tropezó una vez más con una nave venezolana. Pero esta vez había una gran diferencia: se trataba de la cañonera Libertad, una embarcación militar venezolana (ver N° 2, mapa pp. 28-29). A una distancia de dos kilómetros la Caldas envió un mensaje por radio a la Libertad, diciendo: "Se encuentran ustedes en zona económica colombiana. Favor retirarse". La respuesta fue: "Están ustedes en aguas venezolanas. Tienen que retirarse". Era evidente que la cañonera embarcación había sido enviada como consecuencia de los incidentes con los pesqueros venezolanos de las semanas anteriores. Se ha informado, además, que el comandante de la base venezolana que había dado instrucciones de retirarse a los pesqueros fue destituído de su cargo.
Ante el impasse, los dos buques que reclamaban soberanía sobre las aguas en que navegaban consultaron la situación a sus respectivas bases navales, que les ordenaron mantener sus posiciones. Por esos días se encontraba en Bogotá el nuevo ministro de Defensa de Venezuela quien, al ser interrogado sobre comentarios de prensa del vecino país con respecto al incidente, restó importancia a dichas versiones. Al fin y al cabo, en los últimos 17 años, se habían presentado alrededor de 70 episodios similares con pesqueros y buques de guerra venezolanos. Poco tiempo duró, sin embargo, la creencia de que este era otro cruce rutinario de barcos.
El 12 de agosto, según se desprende de la intervención del embajador colombiano ante la OEA, Carlos Lemos Simmonds, la corbeta colombiana fue objeto de acciones de hostigamiento que empezaron con el sobrevuelo de la nave colombiana por parte de aviones Mirage venezolanos (ver N° 3, mapa pp.28-29). Acto seguido, la fragata venezolana Salom le cerró el paso a la nave colombiana ("cruzar la proa"), lo que se considera como un acto hostil. La Salom había llegado a la zona después de que el gobierno de Caracas decidiera reforzar su presencia en el área, enviando tres naves de guerra de alto poder. Mientras tanto, en tierra, los gobiernos de los dos países comenzaban a producir reuniones de alto nivel para estudiar el problema. En Caracas, el presidente Lusinchi, después de consultar con los altos mandos militares y con su cancillería, así como con los presidentes del Congreso y de su partido, dio instrucciones a su embajador en Colombia, Luis Lacorte, para que expresara personalmente su preocupación al presidente Barco. Simultáneamente se preparaba una nota oficial de protesta que el canciller Simón Alberto Consalve debía entregar al embajador de Colombia en Venezuela, Pedro Gómez Barrero.
En Bogotá, la noche del 12, el embajador Lacorte sostuvo una audiencia con Virgilio Barco en la cual, en términos protocolarios, expresó la posición de su gobierno. En medio de esta reunión, llegó el ministro de Relaciones, coronel (r) Julio Londoño, quien venía directamente del aeropuerto de regreso del Brasil, a donde había asistido a una reunión del Grupo de Apoyo de Contadora. La reunión se llevó a cabo en términos cordiales, y el embajador salió de la Casa de Nariño con algunos libros que el presidente Barco le obsequió. Inmediatamente después de la salida del embajador, llegaron a Palacio los altos mandos militares a discutir la situación con el jefe del Estado. En alta mar, mientras tanto, la corbeta colombiana había comenzado a desplazarse hacia el norte, cruzando el paralelo de Castilletes. Detrás de ella, y en la misma dirección, también se movilizaron las embarcaciones venezolanas (ver N° 3, mapa pp. 28-29).
El día 13, el canciller venezolano entregó formalmente la nota de protesta al embajador Pedro Gómez Barrero en Caracas, y simultáneamente hizo público un comunicado en el mismo sentido. Reivindicó la soberanía venezolana sobre las aguas, acusó a Colombia de provocación y comunicó oficialmente que Venezuela había reforzado su presencia militar en el área.
Ese mismo día, el gobierno venezolano entregó a Colombia la nota de respuesta a la prsposición colombiana del 6 de mayo para reconstituír la Comisión de Conciliación. Las dos notas dejaban claro que aumentaba la tensión.
Un síntoma significativo de la seriedad que el gobierno venezolano le atribuía al desarrollo de los hechos, fue que Lusinchi, en un gesto inusual y violando el conducto regular, llamó a los ex presidentes López Michelsen y Betancur, para expresarles su preocupación sobre la posibilidad de que el asunto se saliera de las manos. Betancur se comunicó con Barco para transmitirle las inquietudes del Presidente venezolano. Barco le agradeció y le pidió el favor de que se comunicara con los ministros de Relaciones y de Defensa.
En los dos días siguientes, el gobierno colombiano estudió la nota venezolana para determinar la clase de respuesta que debía darle. Interrogado al respecto por los periodistas durante una ceremonia militar, Barco calificó el comunicado venezolano como "un poco subido de tono", y agregó que esos incidentes pasan cuando no hay delimitación de las aguas.
No menos enérgico fue el tono de la respuesta colombiana a la nota venezolana. En ella se dice que se rechaza la posición venezolana que afirma que el incidente ocurrió en aguas de ese país, se reitera la posición tradicional de Colombia sobre el asunto y se le pide al presidente Lusinchi que ordene el retiro de sus naves de las aguas territoriales colombianas.
El gobierno de Caracas recibió la nota el domingo 16. Su reacción fue la de ordenar la movilización de tropas sobre la frontera con Colombia, cerrar dicha frontera y recomendar el regreso de los habitantes venezolanos residenciados en ciertas zonas limítrofes colombianas, como la intendencia de Arauca. Colombia, por su, parte, decretó el relevo de la corbeta Caldas por la Independiente, que se situó en aguas territoriales colombianas arriba del paralelo de Castilletes, donde se encontraban las naves militares venezolanas que siguieron a la corbeta Caldas. (Ver N° 4, mapa pp. 28-29).
En Venezuela, donde la opinión pública había sido informada minuciosamente de los acontecimientos, el ambiente se caldeó más y más. El canciller colombiano entró en contacto telefónico con el secretario general de la OEA, Joao Baena Soares, para expresarle su preocupación por las tensiones que estaban surgiendo entre los dos países. Por su parte, y sobre el mismo tema, el presidente Barco hablaba con su colega argentino, Raúl Alfonsín.
En la mañana del lunes 17, día festivo en Colombia, el gobierno recibió comunicaciones oficiales de la OEA y de Alfonsín, enviadas tanto a Colombia como a Venezuela, en las que solicitaban que ambos países tomaran medidas para distensionar la situación en el Golfo. Barco pasó toda la mañana en compañía de su canciller y estudiando las diferentes opciones diplomáticas posibles. En la tarde se reunieron con los altos mandos y analizaron las implicaciones militares.
Al finalizar la tarde llegó una información muy preocupante. Las comunicaciones entre la córbeta colombiana y las naves venezolanas que la seguían, que habían sido permanentes durante todo el conflicto, se suspendieron abruptamente por decisión venezolana. Igualmente se interrumpió la comunicación entre la base venezolana de Palo Alto, y la Base Naval del Atlántico en Cartagena. La interrupción de las comunicaciones hizo suponer que en cualquier momento Venezuela podía abrir fuego. La expectativa aumentó ante la noticia de que Lusinchi se iba a dirigir a sus compatriotas por televisión, a las nueve de la noche. A última hora, la Secretaría de Información venezolana comunicó que el Presidente había postergado su intervención hasta las ocho de la mañana del día siguiente.
Mientras en Venezuela toda esta cadena de eventos creaba una atmósfera de posible desenlance militar, los colombianos, ignorantes sobre la gravedad del asunto, no tenían más preocupación que la "operación regreso" del lunes Emiliani y la selección de los especiales que anunciaba la televisión para la noche del 17.
Barco, después de estudiar todas las alternativas tanto militares como diplomáticas, tomó la decisión de adelantarse a cualquier pronunciamiento del Presidente venezolano y acogiendo las sugerencias de distensión de Baena Soares y Alfonsin, ordenó el retiro de la corbeta Independiente de las aguas territoriales colombianas y, por radio, dirigió al país un lacónico mensaje de 60 segundos. (ver N° 5, mapa pp. 28-29).
Las repercusiones de la segunda semana de agosto de 1987 se sentirán durante muchos años. No sólo en las relaciones diplomáticas entre Colombia y Venezuela, sino también en lo que respecta a la posición de Colombia en el campo del derecho internacional. Antes de analizar estas implicaciones, es necesario hacer precisión sobre ciertos puntos.

LA ZONA DE CANDELA


En cuestión de la soberanía de las aguas en disputa existen matices. Cada uno de los países tiene una posición extrema sobre sus aspiraciones que no es reconocida por la contraparte. En el caso de Colombia, la máxima aspiración es la llamada "línea media y equidistante". En el caso de Venezuela, la máxima aspiración es la llamada "línea de prolongación de la frontera terrestre". Con base en estas aspiraciones, que son las extremas intentos de negociación como el de Caraballeda (1980) han propuesto fórmulas de transacción que aunque han fracasado, crean líneas imaginarias que tienen cierto peso sicológico, particularmente la del paralelo de Castilletes, que dividió en dos las aspiraciones de los dos países. (Ver mapa, pp. 34-35) Colombia cedió en la hipótesis de Caraballeda alrededor del 50% de sus aspiraciones, en aras de lograr una solución definitiva del conflicto. Pero una vez llegada al acuerdo preliminar, Venezuela "se corrió" de la firma a través de la fórmula de la consulta popular, modalidad insólita para el tratamiento de algo tan especializado. Colombia considera que le "pusieron conejo" en esta negociación, y desea evitar, a toda costa, que lo que era su aspiración mínima en la hipótesis de Caraballeda, sea considerada ahora por Venezuela como su ambición máxima, en cualquier nueva negociación que surja.
Por lo tanto, aunque no cree necesaria una presencia constante en las aguas en litigio, piensa que tampoco puede retirarse permanentemente de la zona, pues mientras no haya un acuerdo en contrario, la línea media y equidistante sigue siendo para Colombia la frontera marítima con Venezuela.
No es frecuente que se presenten incidentes en esta especie de triángulo marítimo comprendido entre las líneas de máxima aspiración de los dos países. El último fue en 1976, cuando se encontraron dos embarcaciones militares de Colombia y Venezuela y se produjo un cruce de notas.

¿QUIEN DIO LA ORDEN?


Cuando se inició este gobierno, el Ministerio de Defensa le consultó al Presidente sobre qué instrucciones daba en relación con el patrullaje en la zona fronteriza. Al estudiarse el tema, se encontró que en 1985, en una reunión sobre el mismo asunto, el presidente Betancur había firmado un acta trazando una ruta de patrullaje que incluía la zona sur del paralelo de Castilletes. Curiosamente, en el año que le quedaba de gobierno a Betancur después de la firma del acta ningún buque de guerra entró en esa zona. Barco y su canciller Londoño decidieron acoger el criterio del acta de 1985, que fue transmitido a la Armada.

¿HUBO O NO ULTIMATUM?


El anuncio que, casi a la media noche, hizo el Presidente de la República de que se iba a producir el retiro de la nave colombiana, dejó en muchos la sensación de que se trataba del resultado de un ultimátum. SEMANA ha podido establecer que, en ningún momento, el gobierno venezolano lanzó un ultimátum explícito de abrir fuego al gobierno colombiano. Sin embargo, todas las acciones del gobierno de Lusinchi entre el domingo y el lunes constituían una escalada de medidas militares y de orden público (cierre de fronteras, movilización militar, etc.), que iban creando un clima de amenaza.
Pero más concreta, tal vez, fue la interrupción de las comunicaciones por parte de los buques venezolanos, pues en términos militares con frecuencia el silencio es la antesala del gatillo. Por último, el anuncio de la alocución de Lusinchi y su posterior aplazamiento de 12 horas, dejaban el mal sabor de que algo grave podía suceder, puesto que cuando un país ha ordenado la movilización militar y su Presidente anuncia una intervención en televisión no se puede descartar que el paso siguiente sea un ultimátum en regla. Sin embargo, personas allegadas al gobierno consideran que la forma aparentemente apresurada en que se produjo la intervención de Barco no obedeció a que se estuviera terminando ningún plazo, sino a la intención de adelantársele a Lusinchi que debía hablar a las nueve de la mañana del día siguiente.
Interrogado el ministro de Relaciones por SEMANA sobre este punto, manifestó en forma categórica que la nave colombiana, bajo ninguna circunstancia, habría sido retirada como respuesta a un ultimátum. Al parecer, el retiro de la ARC Independiente se decidió, para evitar que Colombia quedara encasillada en un punto de no retorno.

¿PORQUE LA FALTA DE INFORMACION?


Mientras Venezuela entera vivió paso a paso la crisis en su dimensión real, y entendia el significado y la razón de cada una de las medidas que el gobierno de Lusinchi iba tomando en Colombia sucedió lo contrario.
Solamente cuando el presidente Barco tomó la decisión de evitar un conflicto militar, supieron sus compatriotas que este peligro había existido. Como es inverosímil que un país pueda llegar a una guerra sin enterarse, se está haciendo mucho análisis retrospectivo sobre cómo pudo haber sucedido esto.
La explicación es doble. Por un lado, Colombia tiene una tradición de no ventilar públicamente su política internacional. Si a eso se suman las reconocidas fallas del gobierno en materia de comunicación, puede explicarse la ignorancia en que se mantuvo al país durante la trascendental semana de agosto.
Un episodio de esta naturaleza requería un manejo de información diferente al que tuvo. La exposición que hizo el canciller Londoño en una entrevista concedida a Yamid Amat debió haber sido un programa oficial, y transmitirse preferiblemente antes del desenlace. El lacónico anunció del presidente Barco a la media noche del 17 no estuvo a la altura de las circunstancias, dada la gravedad de la crisis y la importancia de un mensaje presidencial. Contrastan los 30 minutos que había gastado el Presidente semanas antes, para ilustrar a sus compatriotas en horario triple A de televisión sobre un tema de competencia del alcalde como el de la ciudadela El Salitre, con los escasos 60 segundos por radio que dedicó a la que, por la trascendencia del tema, podría haber sido la intervención más importante de su Presidencia, en la función suprema de un jefe del Estado, como es la de tomar las decisiones sobre la guerra y la paz.

¿QUE SIGUE?


Si bien hay consenso sobre el mal manejo de la información que tuvo este capítulo, no se puede decir lo mismo sobre el manejo diplomático e inclusive sobre el militar. Sobre estos dos últimos puntos hay versiones encontradas.
Las negociaciones sobre el diferendo se encontraban estancadas en las líneas tradicionales: Venezuela exigiendo negociación bilateral, y Colombia buscando arbitraje o Corte Internacional.
El juego de Colombia es el de una victoria jurídica y no el de una victoria militar, campo este último en el cual no tiene ninguna posibilidad dada la relación de fuerzas existentes (ver páginas 36 y 37). Después del fracaso de la hipótesis de Caraballeda, que en la práctica constituye la última posibilidad de arreglo bilateral, Colombia sólo tenía dos opciones: congelar el diferendo, o tratar de llegar a La Haya aun contra la voluntad de Venezuela.
La primera alternativa equivale a la prolongación indefinida del statu quo y, en este caso, el mantenimiento del statu quo favorece a Venezuela, ya que su superioridad militar le permite ejercer lo que reclama como su soberanía, más que un país pobre en armas como Colombia. Un experto entrevistado por SEMANA manifestó al respecto: "Si hoy en día un barco en aguas litigiosas produce un conflicto parecido, en 40 años Colombia no podrá ni sobrevolar el Golfo"
Consideraciones de esta naturaleza llevaron al gobierno a tomar la decisión de adoptar la segunda opción: tratar de llegar a La Haya, así sea en contra de Venezuela. Para esto sólo quedaba una carta por jugar: la aplicación del Tratado de 1939, que contempla la aplicación de mecanismos sucesivos, comenzando por la conciliación, y terminando por el arbitraje o por la Corte Internacional.
En teoría, la aplicación de este tratado es obligatoria cuando una de las partes lo solicita. Sin embargo, en la práctica existen fórmulas a las que Venezuela podría recurrir si quisiera dilatar el proceso. Una de ellas es la de prolongar indefinidamente, ya que no tienen plazo, las instancias sugeridas por Colombia, empezando por la primera que es la de integrar una comisión permanente de conciliación. La crisis produjo una respuesta con tres meses de retraso que, aunque fue negativa, le permite a Colombia seguir adelante con los mecanismos previstos en el tratado.
Otra consecuencia favorable es que, en alguna forma, se logró internacionalizar el conflicto. Venezuela siempre había intentado circunscribir el asunto a los dos países. Ahora la intervención de la OEA, Argentina, Brasil y otros países del hemisferio, aunque limitada a principios universales, hace que la preocupación por solucionar el diferendo se salga del ámbito bilateral.
Sería simplista, sin embargo, considerar la crisis de la semana pasada una victoria para Colombia. La sensación general es que nuestro país cedió ante un acto de intimidación por parte de Venezuela. Que esto obedeciera a un simple reconocimiento de la realidad de la superioridad militar no cambia las implicaciones. Colombia puede tener la razón jurídica, pero un fallo al respecto por parte de una Corte Internacional está aún lejano e improbable.
Por otra parte, es poco probable que se llegue a un acuerdo con Venezuela, mientras las relaciones entre los dos países sean hostiles. Tanto el acuerdo bilateral como el de La Haya requieren un consenso, puesto que los fallos de las cortes internacionales no tienen poder coercitivo. La semana pasada las relaciones entre Colombia y Venezuela llegaron a su punto más bajo en muchos años. Desde el inicio del gobierno se habían deteriorado con el nombramiento del canciller Julio Londoño, quien es considerado por los venezolanos como la máxima expresión de la línea dura en materia de intereses colombianos. Incidentes como el de los miembros de la Guardia Nacional venezolana muertos por colombianos en la Serranía del Perijá y la propuesta de aplicación del Tratado de 1939 hecha en mayo por el presidente Barco habían enfriado las relaciones aún más. Ahora con la crisis del Golfo la situación está tocando fondo.
Para Colombia no se trata solamente de lograr victorias morales sobré principios jurídicos, sino que está en juego el acceso a una porción considerable de unas reservas de petróleo que según estudios preliminares pueden llegar a diez mil millones de barriles. En la actualidad la totalidad de las reservas colombianas asciende a 2.500 millones de barriles.
Lo que representan los derechos sobre el Golfo de Venezuela es la posibilidad de duplicar o triplicar la base del futuro energético del país.
En Venezuela, cualquier bachiller puede discutir el diferendo limítrofe con conocimiento y convicción de que es suyo. Aquí en cambio, fuera de los ex presidentes, los ex cancilleres y media docena de internacionalistas, existía una casi total ignorancia e indiferencia sobre el tema. Tal vez lo más positivo para el país de la tensa semana que acaba de terminar, es que por primera vez los colombianos adquirieron conciencia de lo que es el Golfo de Venezuela, de lo que son los derechos nacionales sobre el mismo y de la explosiva situación que allá existe.