Unidos por el mar

y exhaustos por el último poste

IN MEMORIAM

Informativo virtual 

para integrar  la familia naval colombiana 


Con motivo del fallecimiento del señor Almirante Jaime Parra Ramírez/ 04-066, en honor a su memoria,
publicamos el reportaje que Cyber-corredera le hizo el 31 de agosto de 2004 y ahora forma parte de nuestra Historia Naval 

EL GRUMETE JAIME PARRA RAMÍREZ
PRIMER ALMIRANTE DE COLOMBIA

Solo hay un tema en la vida de Jaime Parra Ramírez: la Armada Colombiana. La profunda y meritoria dedicación a la Patria, los ideales y los sueños, la superación y el esfuerzo constante, llevaron a un joven de 16 años, que en 1933 era Grumete a ser el primer Almirante de Colombia en 1973. (1)
Quienes conocen al Almirante Jaime Parra Ramírez, aseguran que es una persona tímida, pero cuando derrite el hielo de la distancia, es muy simpático y agradable; tiene  personalidad fuerte, memoria prodigiosa y la constante en todos los actos de  su vida  es la rectitud. Nació en Pamplona en el hogar formado por el Teniente del Ejército Néstor Parra y la señora Zoraida Ramírez de Parra. La familia Parra tiene vena y nervio militar; su abuelo fue Coronel y luchó en la Guerra de los “Mil días”. En 1954 contrajo matrimonio con la distinguida cartagenera Candelaria Juan, afamada tenista (quien vivía en el vecindario de la Escuela Naval, cuando estaba en Bocagrande), de cuya unión hay cuatro hijos, de los cuales, tres estuvieron vinculados a la Armada, habiendo llegado Jairo, el mayor, a Capitán de Navío. Uno de sus sobrinos es el Contralmirante Jaime Parra Cifuentes y Dora, hermana de su señora, se casó con el Almirante Jaime Barrera Larrarte.  Aunque siempre en su vida de marino acertó, su lema favorito es: “Si las decisiones son sabias por la experiencia, la experiencia se adquiere con los errores”. 

Cómo fueron sus primeros años y cual su primer contacto con la Armada Nacional?

Yo nací el 20 de agosto de 1921, en Pamplona; estudié en el famoso Colegio San Tarsicio hasta tercero de primaria.  Años más tarde con mi familia me trasladé a Bogotá y un día de 1932, que transitaba por una calle capitalina, quedé gratamente impresionado cuando conocí unos marineros del destructor “MC Antioquia”. Esto de inmediato, me motivó a ingresar a la entonces Escuela de Grumetes que funcionaba a bordo del “MC Cúcuta”.  

Cómo fue su experiencia en la Escuela de Grumetes?

Mi vida de grumete en esos años era muy dura. Luego del entrenamiento en el “MC Cúcuta”, fui fogonero del destructor “MC Caldas”, que fue adquirido con el “MC Antioquia”, en el gobierno de Olaya Herrera en 1933, cuando la guerra con el Perú. Las incomodidades de estos buques eran muchas: calor insoportable en los ranchos; el ruido de las máquinas y calderas inaguantable; no había duchas, solo nos suministraban un balde de agua al día, para bañarnos sobre cubierta. El agua era controlada y racionada porque la traían de Jamaica. Los tripulantes de los destructores que eran todos ingleses no gustaban del agua de Cartagena porque suponían estaba contaminada. La rutina era igual a la de ahora, con las tres guardias de 4 horas, pero las reglas permanentes eran disciplina, aseo y orden.  

Toda la tripulación, oficiales, suboficiales y marinería de los destructores eran ingleses?

- Sí, toda la tripulación de los destructores era inglesa, oficiales y marinería; los colombianos fuimos entrando a la Armada poco a poco. En este punto yo quiero destacar a los dos primeros oficiales navales colombianos, Eduardo y Carlos Fallon, que eran colombianos pero se nacionalizaron como ciudadanos americanos. Su padre era Cónsul de Colombia en New Orleáns. Ellos realmente fueron los primeros oficiales colombianos de la marina colombiana, valga la redundancia. Los dos hermanos estuvieron simultáneamente en el “MC Mariscal Sucre”; Carlos, el más antiguo, Comandante y Eduardo como segundo. En 1941, cuando Estados Unidos entró a la Segunda Guerra Mundial, ellos se vincularon a la armada americana.     

Comentan que usted de marinero era buena “manga”

- De joven se tienen muchas aventuras, amores y peleas. Pero me acuerdo con la nitidez que dan los años, que el 31 de diciembre de 1937, me enfrenté con 4 tipos en un bar. cerca de los muelles de Cartagena, y los saqué corriendo.

Cómo fue su ingreso a la Escuela Naval y cuáles sus compañeros?

- En 1940 siendo maquinista cuarto, me retiré la Armada para alistarme como marino en alguna de las armadas de los países que estaban peleando en la Segunda Guerra Mundial. Compré un pasaje para ir a Panamá, pero la despedida en Cartagena fue larga, me emborraché con unos amigos y me dejó el buque. En medio del guayabo, me encontré con el famoso profesor de matemáticas  Rafael  Carmona, quien, para consolarme,  me sugirió entrar a la Escuela Naval de Cadetes y él me sirvió de “palanca”. Entonces ingresé como integrante del “glorioso” contingente “dos” y me correspondió el número 02-066. Entre los reclutas de mi curso y cadetes más antiguos recuerdo a Forero González Darío, González Jaramillo Darío, Hoyos Jaramillo Hernán, Maldonado Gamarra Pedro, Ochoa Saldarriaga Alfonso, Otoya Arboleda Alfonso, Posse Villabona Heriberto, Rodríguez Zamora Luís C., Saavedra Alfonso, Salcedo Cortés Mario, Taua Suárez Jorge, Valenzuela Jesús, Amézquita Plata Leonidas, Castañeda González Eduardo, Casteblanco Jaime, Flórez Acuña Guillermo, Morales Figueroa Rafael, Perico Valderrama Aurelio y Romero Ballestas Francisco, entre otros

Y sobre su vida de cadete?

De cadete navegué en los cañoneros “MC Pichincha”, “MC Carabobo”, “MC Junín” y “MC Mariscal Sucre”. Llegué a ser Brigadier Mayor de Batallón a los dos años de haber ingresado. Era muy bueno para las matemáticas. En el primer año me fue “regular”, porque ocupé el segundo puesto; pero en el segundo, tercero y cuarto año, ocupé el primer puesto. Para mí realmente fue muy difícil la vida de cadete; para superarme y progresar, me levantaba dos horas antes del “alza arriba”  con el fin de estudiar matemáticas y otras materias. Al final, nos graduamos ocho guardiamarinas el 2 de noviembre de 1943, siendo director de la Escuela Naval el entonces Teniente de Navío Juan A. Pizarro García.

Hasta que año los buques de la Armada tenían de prefijo las iniciales MC?

En 1947 el Contralmirante Baquero cambió las iniciales “MC” que significaban Marina Colombiana  por “ARC”.

En su contingente casi todos tenían apodos usted se acuerda de algunos?  

Claro, me acuerdo de “Lilo” Amézquita, de “Lalo” Castañeda, del “Pelao” Casteblanco, de “Florito” Flórez, del “Sordo” Morales y de “Pachín” Romero. El “Buho Cabrera que también era compañero murió de una enfermedad en 1943.   

Y, cuál era su sobrenombre?

- Me decían “Jairo"

Cuéntenos sobre su famosa travesía desde Puerto Leguízamo a Cartagena en la “MC Antares” en 1946?  

- Empecemos por el principio, la “MC Antares” la construimos en Puerto Leguízamo en tan solo tres meses, con pura madera. Todos los que estábamos allí éramos solteros, solo había energía eléctrica de las 18:00 a las 21:00 horas y los que nos ayudaron a construirla trabajaron gratis. Yo podría afirmar que con la construcción del “MC Antares”, la ingeniería naval colombiana nació en Puerto Leguízamo.

La travesía de Puerto Leguízamo a Cartagena, duró 103 días. Zarpamos cuatro tripulantes Arturo Echeverry, oficial de Infantería de Marina, Agustín Smith, un asistente de apellido Cagua y yo. En Belén de Pará, Agustín Smith tuvo que retirarse por enfermedad, entonces seguimos los tres restantes (Arturo Echeverry era hermano de Gilberto Echeverry, quien fue Ministro de Defensa de Samper; secuestrado y asesinado el año pasado en Antioquia cuando un comando del Ejército pensaba liberarlo).  Zarpamos el 19 de mayo de 1946 y atracamos en Cartagena el 3 de septiembre del mismo año.

Cuando arribamos a Venezuela, llegamos en condiciones lamentables pues llevábamos 38 días sin bañarnos, estábamos mal comidos y mal dormidos. No nos recibieron ni el Embajador, ni el Cónsul, pero afortunadamente, nos encontramos con Cristóbal Restrepo, un amigo colombiano quien nos ayudó en tan difícil trance.

Como no teníamos documentos un funcionario de la aduana venezolana empezó a investigarnos y a seguirnos. Entonces fue donde el Director de la Escuela Naval para informarle que había “tres forajidos indocumentados”. El Director era el “Che” Hernández, un apreciado amigo quien le dijo al funcionario de la aduana que, esos “forajidos indocumentados”, eran realmente marinos colombianos y entre ellos estaba su amigo el Teniente Jaime Parra.       

Dicen que Arturo Echeverry era un oficial muy simpático?

-Efectivamente, Arturo Echeverry era simpático y muy querido. Como anécdota, le cuento que un día lo fui a visitar a su casa en Medellín. Estaba enfermo, pero mantuvo el buen humor. Para hacerle un cumplido, le dije que tenía unos zapatos muy bonitos, entonces, sin mediar palabra se los quitó, le dijo a su esposa que trajera una bolsa, los empacó y me los dio.

Qué otras anécdotas de esa época recuerda?

-Hay una muy graciosa que tiene connotaciones internacionales. En 1945 hubo un incidente con el Brasil, cuando al cañonero “MC Cartagena”, al mando del Teniente de Navío Luís M. Riveira Avendaño, colisionó en la desembocadura del río Putumayo con el buque mercante brasilero “Ajudante”, pereciendo 45 personas, entre ellas el Obispo de Tonantins. Para arreglar el problema con el vecino país, enviaron al Capitán de Navío Valenzuela,  quien propuso la siguiente solución: “Colombia reponía el buque hundido, les enviaba un obispo y les encimaba 4 curas con 20 monjas”. Es importante anotar que el “MC Cartagena” fue exonerado por una comisión binacional, debido a que el teniente Riveira cumplió al pie de la letra con el reglamento internacional.

Otra anécdota ocurrió cuando estábamos en Hawai, entrenando para ir a Corea. El comandante de la fragata “ARC Padilla” era, mi paisano, el capitán Reyes Canal, que siempre ha sido muy estricto. Un día nos llamó la tención porque después de los entrenamientos nos íbamos de rumba a tomar trago. Al final de su reconvención le preguntó al Teniente de Navío Néstor Ospina (héroe del combate de Guepí en la guerra con el Perú y oficial de administración). ¿Qué haría usted si hay un ataque de aviones enemigos? Ospina respondió – mandaría una señal diciendo ¡marica el último!- Todos soltaron la risa incluido el Capitán Reyes Canal.   

Cómo les fue a los marinos colombianos en la Guerra de Corea?

- Los marinos colombianos cumplimos con nuestra misión y tuvimos reconocimiento internacional. Sobre la participación de la fragata "ARC Padilla" en Corea, se han escrito muchas páginas, especialmente, el Capitán Reyes Canal, ha escrito varios libros al respecto. Pero yo quiero destacar el éxito que tuvo entre las mujeres, el entonces Teniente de Navío Oscar Herrera Rebolledo, primer oficial de la unidad. La famosa actriz Doris Day se enamoró perdidamente de Oscar, quien se le tenía que esconder. 

Cuando llegamos en mayo de 1951, a la bahía de Sasebo, para vincularnos con otros 231 buques e integrar la Fuerza de Tarea 95, a órdenes del Contralmirante Allan Smith, hubo unos días de descanso para visitar los sitios de interés y los cultivos de perlas. Con el Teniente Herrera Rebolledo fuimos a una casa de geishas, allí le preguntaron qué geisha le gustaba y él señaló a una hermosa oriental que estaba compartiendo con otro tipo. Herrera le mandó un trago y se la quitó.

Además de estas virtudes de “Don Juan”, Oscar Herrera era un virtuoso pianista, compró un piano en Long Beach, antes de zarpar a Corea, lo ubicó en cámara de oficiales de la Fragata y lo inauguró en la navidad de 1950.   

De cuales buques fue comandante?

-Fui comandante de 9 buques, a saber, de las fragatas Tono, Brión y Padilla; de los destructores Antioquia “viejo” y Cartagena; del remolcador Bogotá, del Antares y del destructor sueco ARC 20 de Julio.

Qué recuerdos tiene de sus épocas de CFNA?

-Realmente una de las cosas que más me afectó como marino fue el encallamiento de la fragata “ARC Almirante Padilla”, cuando era comandante de la Fuerza Naval del Atlántico. Ocurrió el 28 de mayo de 1964, en el momento que el buque se aproximaba a San Andrés, por error de navegación, se encalló en los arrecifes de “Midle Cay”, Cayo Bolívar. Su comandante CC Mario Sierra Zornosa, al ordenar marcha atrás,  el casco se rasgó y se inundaron los cuartos de máquinas, calderas y todo lo que estaba en la cubierta baja de la unidad.

Doce días después de tratar infructuosamente de salvar la "ARC Padilla", que era entonces el buque insignia de nuestra Armada, recibí de su comandante la Bandera de Guerra que acababa de arriar de la fragata. Fue una ceremonia impresionante y muy triste para mí. En la "ARC Padilla" estuve en Corea como segundo y más tarde fui su comandante. Ese día, 9 de junio de 1964, algo de mí se quedó en la Padilla…     

Por qué en su comando se acabaron los buques petroleros y se trató también de cerrar Conastil?

-En la Armada había dos clases de marinos, los que navegaban en los petroleros y los que tripulaban los destroyer, pero la mayoría de los marinos quería estar a bordo de los petroleros. Así las cosas, para acabar con esa división decidí, por rl bien de la institución, acabar los petroleros, porque esa no es función de la marina de guerra. Quiero destacar que Manzanillo se construyó con las utilidades obtenidas con la venta de los petroleros. Por ejemplo, el apreciado Capitán Felipe Mantilla navegó 25 veces de Mamonal a Buenaventura, sin bajarse del buque.

Sobre Conastil, se dice que yo la quise acabar y la realidad es otra. Esta empresa tenía maquinaria muy valiosa pero no tenía uso. Al final el sindicato acabó con Conastil.

Por qué las tripulaciones de los submarinos se entrenaron en el Perú? 

-Siendo comandante de la Armada, se adquirieron los submarinos “ARC Tayrona” y “ARC Pijao” en Alemania, pero los oficiales colombianos fueron entrenados en el Perú. Los americanos cobraban mucho y los peruanos no cobraron nada. Eso se le debe al Almirante Manuel Fernández que vino a inaugurar el Parque de los Almirantes en Cartagena. Cuando le pregunté, cuál sería el valor que cobraría el Perú por el entrenamiento de nuestros submarinistas, me respondió: “Si me vuelves a hablar de eso no hay entrenamiento”. Cuando se inició el programa en la Escuela de Submarinistas, ¾ partes de los alumnos eran colombianos  y ¼  peruanos.

Usted a la fecha es el COAR  que más ha durado en el cargo, le sigue el actual Comandante Mauricio Soto.

Yo estuve seis años de Comandante de la Armada y solicité mi retiro tres veces, pero el Presidente Misael Pastrana no aceptó. Por último, ante mi insistencia, me envió al Perú de Embajador, donde duré otros seis años. Cuando el Gobierno cambió, fui ratificado por el presidente López Michelsen.

Cuales fueron los momentos más gratos y los más amargos de su carrera naval?

- El momento más amargo lo tuve el día que tomé la decisión  de retirar de la Armada a mi mejor amigo, que era segundo comandante, Almirante Oscar Herrera Rebolledo, por un malentendido ocurrido en Cali; también me dolió en el alma retirar al almirante  Wills Olaya. Por otra parte, la pérdida de la “ARC Padilla”, cuyos detalles ya  comenté. Para un comandante perder un buque es una tragedia.

El momento más grato fue mi ascenso a Almirante.

De sus compañeros a quienes recuerda?

- Recuerdo mucho al CN Monzón Coronado, al CN Ing. “Machucante” Rodríguez Zamora y Luís Alejandro Escamilla. Desde luego, todos mis superiores, todos mis compañeros y todos mis subalternos tienen un pañol en mi corazón.

Qué piensa de la Armada  actual?

Como persona de pocas palabras, puedo manifestar que la Armada Nacional tiene excelente comandante con el Almirante Mauricio Soto y se está cumpliendo con la difícil tarea de conseguir la paz para Colombia.

Unos consejos para los marinos de Colombia

El marino que se case y esté sirviendo en un buque, su mujer tiene que tener paciencia, porque su marido tiene otro matrimonio… con el mar.

 

(1) El único oficial que llegó a tener el grado de Almirante conferido durante la época de la independencia fue Luís Brión por decreto de Bolívar, después del combate de Los Frailes en 1816. Luís Brión era oriundo de Curazao. Con relación al General de División José Prudencio Padilla, el grado de Almirante nunca le ha sido conferido por medio de un acto jurídico.    
Se reproduce el siguiente artículo donde se relata la última actividad del Almirante Parra
de Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico en 1964

40 AÑOS DE LA AGONÍA Y MUERTE DE UN COLOSO
Por Carlos Arturo Navas Vanegas


            “Hombres buenos y barcos malos son mejores que hombres malos y barcos buenos”

Velados los ojos por las lágrimas, el Capitán de la Fragata “ARC Padilla” Buque-insignia de la Armada Nacional, Mario Sierra Zornosa, desciende por babor al bote de rescate siendo las nueve y cincuenta de la mañana del 9 de junio de 1964, para alejarse definitivamente de su nave, doce días después de haber encallado en los arrecifes de “Midle Cay” en el archipiélago de San Andrés y Providencia.

Luego, tan solo falta que las autoridades navales dispongan lo necesario para volar el buque, mediante cargas explosivas. El día y la hora de los funerales de la “Padilla” serán posteriormente acordados.

En la noche se recibe la autorización del Comando de la Armada al plan acordado por el Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico, Capitán de Navío Jaime Parra Ramírez. Este programa contiene todas las instrucciones y detalles del ceremonial, para el abandono y fin de la nave insignia.

La mañana brumosa pone un toque fúnebre a la denominada “área de emergencia”. Por los teleobjetivos del “ARC Antioquia” se puede observar claramente cómo las olas gigantescas golpean sobre la popa del coloso aprisionado entre una muralla de arrecifes. Barrida por los torbellinos de espuma, la cubierta aparece solitaria, sin la menor huella de vida.

A las ocho de la mañana del 10, el Capitán Sierra se reúne con su tripulación, hace la última anotación en el cuaderno de la bitácora y se dispone para el abandono. Simultáneamente, en el “Antioquia” el Capitán Parra Ramírez y los altos oficiales de a bordo, coordinan los detalles finales de algo que han estado temiendo durante muchos días. A las 9, un pequeño bote se aleja por entre el mar excesivamente “picado” y con muchas dificultades se acerca a la “Padilla” por el costado de babor. El Comandante y sus oficiales, en traje de parada permanecen de pie, en actitud “firmes” mientras los cañones del “Antioquia” disparan una salva de 21 cañonazos. A su lado navegan, el “Pedro de Heredia” el “Sunbird” de la Armada Norteamericana y el viejo petrolero ARC “Blas de Lezo” ya un poco cansado de la vida marinera.

En  la cubierta de todos los buques oficialidad y tripulación en impecable formación asisten a un acto realmente impresionante y mientras se escucha la salva y un corneta entona el “Himno del Compañero” la bandera colombiana desciende del mástil de la “Padilla” hasta las manos del Capitán Sierra quien la dobla cuidadosamente. Luego, todo ha concluido. El Comandante y sus oficiales descienden hasta el bote por una escalerilla improvisada. De acuerdo con los reglamentos navales el último en hacerlo es el Capitán quien toma asiento en proa vuelta la cara hacia la Fragata.

La embarcación se aleja peligrosamente dando tumbos en medio de grandes olas. Mudo, hierático, con los ojos empañados por las lágrimas, conteniendo los sollozos, el Capitán Sierra permanece ajeno a las maniobras del patrón del bote para evitar una tragedia. Solo el ruido del oleaje, y el lejano timbre de los clarines rompen el silencio que guardan los últimos tripulantes de la “Padilla” condenada a muerte.

La llegada al “Antioquia” constituye una escena de patética dignidad. El Comandante sube a cubierta en donde recibe el saludo del Capitán Jaime Parra Ramírez y de los oficiales que lo acompañan. El momento culminante de la ceremonia tiene lugar cuando el Capitán Sierra hace entrega del pabellón nacional al Comandante de la Fuerza Naval del Atlántico.

Arrugado, húmedo, desgarrado en parte, el pabellón vuelve a la Armada Nacional, después de ondear durante muchos años, bajo el cielo de los mares calmados, bajo las tempestades, en la paz y en la guerra en el palo mayor del buque insignia de nuestra marina de guerra, varias veces condecorado en lejanos países.

Luego solo resta celebrar el entierro de la “Padilla”. Esto tendrá lugar en un próximo amanecer, cuando la nave vuele en pedazos al estallar 300 libras de TNT en los puentes, en las bodegas, en la Santabárbara.

Entre tanto, el Comandante Sierra Zonrosa, como recordando una pesadilla relata los momentos que antecedieron a la catástrofe. Su voz se hace un poco temblorosa cuando dice: “Por un instante sentí un frío que me recorría todo el cuerpo. En una milésima de segundo me di  cuenta de que la fragata estaba tocando fondo. Luego vi una intensa luminosidad en la proa señal de que habíamos encallado. Traté de mantener el control de mis facultades con el propósito de ordenar las maniobras que fueran necesarias. Ordené marcha atrás con toda la potencia de las máquinas, pero ya era demasiado tarde. Sentí como si mis nervios se desgarraran, como si se rompiera algo dentro de mí. Hice todo lo posible pero  fue inútil. La pérdida de mi buque es algo que las gentes de tierra no podrán comprender. Los buques despiertan en quienes los conocemos y tripulamos, un hondo afecto, un cariño, que solo se puede confundir con el de los seres más queridos. Un buque es algo vivo que responde a nuestros deseos, a nuestros mandos, hace parte de nosotros mismos y antes que un montón de hierro es casi una persona… sí, una persona muy querida”.

Son las tres y treinta de la tarde; Brigadas del “Antioquia” colocan cargas explosivas en todas las partes vulnerables de la “Padilla”. Ellas se encargarán de prender fuego a la Santabárbara, inundada de agua y aceite. Cuando esto suceda, la fragata volará en pedazos y sus restos quedarán sepultados en el fondo del mar, cubiertos de rocas coralinas, de algas, de almejas que serán su eterna tumba.

Y como si se tratase de un personaje mitológico, un pequeño genio, encarnado en una rata impidió, trozando los cables que unían todos los sistemas de detonantes que la fragata volara en pedazos en el primer intento que se hizo para su total destrucción.

Vino luego una segunda operación con la misma finalidad, pero fiel a su tradición, rebelde, indómita, la “Padilla” se negó a morir. Heroicamente resistió todos los embates. Nada pudieron contra su coraje ni las cargas de TNT, ni el fuego que posteriormente y por más de una hora le hicieran los cañones del “Antioquia”.

Obstinada en que su imagen no se borrara de la memoria de todos los marinos, su cadáver con una leve inclinación a babor aún continúa allí, un poco momificado y esquelético, en permanente vigilancia.

Ni la furia del mar pudo con ella…


HISTORIA,  ANÉCDOTAS Y ALMUERZO

El 31 de agosto de 2004, en la residencia de Jorge Serpa Erazo CN 38-082, se dieron cita para almorzar y tratar temas de la historia naval colombiana, el señor Almirante Jaime Parra Ramírez CN 02-066, Contralmirante Luís Carlos Jaramillo Peña CN 21-070 y el Capitán de Navío Felipe Mantilla. 
El momento en que el Calm Jaramillo comentaba algunos aspectos que motivaron en 1964 al Almirante Jaime Parra -COAR- para que lo designara Comandante de la Fragata "ARC Almirante Padilla".
El almirante Parra Ramírez cuando relataba la travesía de 103 días en el MC Antares, de Puerto Leguízamo a Cartagena en 1946 con tres tripulantes.

El Capitán Felipe Mantilla recordando el momento en que vio al MC Cúcuta atravesando el Canal de Panamá, dos años después de ser vendido como chatarra a unos alemanes.