Pañol de la historia

Instructivo virtual de CYBER-CORREDERA para fortalecer la cultura naval 


Resumen y producción de Jorge Serpa Erazo

Vicepresidente del Consejo de Historia Naval  


PAGINA GLORIOSA DE LA INFANTERIA DE MARINA NORTEAMERICANA

DESEMBARCO EN IWO JIMMA

"OPERACION  DETACHMENT"

-17 de febrero a 26 de marzo de 1945-


A mediados del año 1944 las tropas de los Estados Unidos comenzaron a conquistar las islas Marianas. Para entonces, las superfortalezas B-29 habían superado las pruebas de aptitud y estaban en condiciones de volar 6.000 kilómetros sin repostar, transportando enorme carga de bombas. Las Marianas se encuentran a 2.500 kilómetros de Tokio. Las B-29 podían por lo tanto despegar en las Marianas, bombardear ciudades de Japón y volver a sus bases. De modo que se prepararon en las islas Marianas, a medida que se iban conquistando, formidables complejos para el mantenimiento, despegue y acogida de las B-29. Los vuelos comenzaron el 24 de noviembre.

Problemas:

1- Los Mustang P-51, los mejores cazas norteamericanos, no tenían mas de 3.000 kilómetros de autonomía, no pudiendo así acompañar a las B-29 hasta Japón.

2- La isla japonesa Iwo Jima, situada a mitad de camino, en la que los japoneses habían construido dos aeródromos, estaban ultimando el tercero y tenían una instalación de radar. De modo que cuando las B-29 pasaban por Iwo Jima, eran detectados con mucha antelación y cuando llegaban a Japón, sin cazas que los pudiesen defender, los recibían tanto las defensas antiaéreas como los cazas, ocasionando grandes pérdidas.

Solución:

Conquistar Iwo Jima y con ello se conseguía:

1-Eliminación del radar.

2- Se establecerían allí escuadrillas de Mustang que acompañarían y defenderían a las B-29 en sus vuelos a Japón.

3- Si un B-29 volvía averiado, podía realizar un aterrizaje de emergencia en la isla. (Aunque los norteamericanos tenían desarrollado un gran servicio con hidroaviones para rescatar tripulaciones en el mar, los aterrizajes de emergencia en pleno mar eran el terror de las tripulaciones de las B-29: ser devorados por los tiburones o ser recogidos por un pesquero japonés les quitaba el sueño).

De modo que el mando de Estados Unidos acordó el 9 de octubre de 1944 tomar medidas para invadir Iwo Jima.

Geografía

La isla Iwo Jima tiene orientación suroeste – noreste con silueta de una pera, con el extremo más estrecho en el suroeste, 900 metros de anchura, y el más ancho en el noreste, 4.500 metros, y una largura de 8 kilómetros. Su superficie, volcánica, es de 20 kilómetros cuadrados compuesta de cerros, montículos, rocas, barrancos, grietas, gargantas, hoyas, depresiones, arenas de lava que la acción del mar ha convertido en polvo. Apenas hay vegetación, escasea el agua, de los suelos agrietados salen pestilentes aires sulfurosos. Antiguamente era llamada "Isla del Azufre" (硫黄島 Iōjima).

Perspectiva del mando militar japonés

Tras la batalla del golfo de Leyte, octubre 1944, las pérdidas de la armada japonesa dejaron la flota sin fuerzas de ataque. A su vez, los submarinos norteamericanos habían hundido durante los dos últimos años prácticamente toda la flota mercante japonesa. Por mar, Japón ya no podía ni atacar la flota enemiga ni abastecer a las tropas que tenía fuera de su archipiélago. El alto mando japonés sabía por fin que la guerra la tenía definitivamente perdida. Ya sólo quedaba conseguir firmar una paz honrosa con los Estados Unidos. Estaban dispuestos a ceder todo territorio que habían conquistado pero la paz tenía que ser honrosa para el mando militar, y, ante todo, las condiciones del armisticio no podían tocar lo más mínimo el carácter divino del emperador. Para ello tenían que conseguir hacer desaparecer la idea de rendición incondicional de Japón que se habían fijado como punto final de la guerra en su programa los norteamericanos. Y esto sólo lo habían de conseguir si les convencían de que o había paz honrosa para Japón o tendrían que desembarcar en el archipiélago japonés y conquistar el último palmo de terreno tras matar al último combatiente. Y para demostrar a sus enemigos lo que querían decir, decidieron decírselo en Iwo Jima, isla que ya adivinaban que había de ser el próximo objetivo en el que habían de ser atacados.

Evacuaron a los 1.000 civiles que se ganaban la vida en la isla refinando azufre y la ocuparon con 21.000 hombres armados básicamente con fusiles, bombas de mano, ametralladoras y artillería de medio y corto alcance, especialmente morteros. El suministro de munición fue abundante pero corto el de víveres y agua. Consiguieron hacerles llegar unos cargueros con cemento, que mezclado con la ceniza de lava daba una excelente consistencia a los reductos, y muchos picos y palas. La tropa comenzó a construir innumerables fortines, tanto en las pocas zonas llanas como en las laderas y en las cumbres de los montículos, en las vertientes de los barrancos y de las simas. La poca dureza de la piedra volcánica les permitió horadar con gran facilidad profundos túneles que habían de servirles de refugio mientras durasen los duros bombardeos a los que serían sometidos así como para comunicar entre sí los refugios, permitiendo una retirada a cubierto de una fortificación destruida a otra que defender. Consiguieron construir una telaraña de túneles que unían los pequeños pero abundantes fortines, construidos éstos con especial atención de que no hubiese ángulos muertos para que todo reducto atacado pudiese ser defendido con la ayuda de los puestos vecinos. A los combatientes les quedaba expresamente prohibido el combate banzai, es decir, a pecho descubierto, tan amado y empleado hasta entonces por el soldado japonés. El soldado norteamericano tendría que echarlo personalmente de su guarida, arrastrándose sobre la sangre derramada de los compañeros que le habían precedido en el intento. El general Kuribayashi recibió el mando. Las órdenes, de convertir Iwo Jima en un cementerio de soldados japoneses acompañado por otro de soldados norteamericanos, las entendió a la perfección: era un samurai.

Estrategia del mando de Estados Unidos

El mando de Estados Unidos tenía previsto con gran antelación la invasión de la isla. Como su potencial de guerra había alcanzado cotas formidables, no escatimaron absolutamente nada para llevar adelante la operación. Submarinos impedían el suministro por mar. En junio de 1944 comenzaron a bombardear la isla empleando portaaviones, luego llegaron oleadas de bombarderos desde las Marianas. Aquí fueron reuniendo cerca de 500 navíos, entre ellos 12 portaaviones y 8 acorazados para apoyar el desembarco. Eran 250.000 hombres, incluidos los 70.000 hombres de las 3 divisiones de marines. Las divisiones eran todas veteranas de la guerra del Pacífico y fueron consideradas como suficientes para conquistar la isla en 10 días. La operación recibió el nombre de "Detachment".

Desembarco

La isla carece de puerto, toda la costa es rocosa, excepto los 3.000 metros de playa que desde el cono suroeste –el volcán extinguido Suribachi de 170 metros de altitud- se extiende hacia el noreste por la costa oriental. Era en esta playa donde se realizaría el desembarco.

La flota norteamericana comenzó a bombardear, con las granadas de 500 kilos de sus acorazados, la isla el 16 de febrero y siguió haciéndolo durantes los días 17 y 18. El tiempo era malo y los varios intentos de bombardeo con aviones no tuvieron éxito. Mientras tanto, los hombres rana habían examinado la costa de la playa bajo el agua. No encontraron ni obstáculos ni minas.

El día 19, lunes, era el día D. El tiempo era bueno. Los dragaminas realizaron una ultima pasada a lo largo de la playa, sin encontrar un sola mina. Todo cañón disponible en la flota disparó sobre la isla. Oleadas de bombarderos lanzaron sus cargas de bombas y napalm. Las lanchas lanzacohetes se acercaron a pocos metros de la playa, destrozando en profundidad los primeros cientos de metros de costa. Las primeras lanchas de desembarco llegaron a la playa a las 9 horas, sin haber sido obstaculizadas lo más mínimo por la artillería japonesa, algo incomprensible para el mando invasor que no podía creer que sus bombardeos previos la había anulado en su totalidad. Fue entonces cuando se descubrió de qué material estaba formada la playa: eran terrazas de ceniza con mucha pendiente y cuatro metros de altura.

Las botas de los marines se hundían dos palmos en el polvo y cuando trataban de trepar a cuatro patas las laderas, volvían a bajar resbalando con sus pesados equipos. Los bulldozers que tenían que abrir camino tampoco avanzaban con la velocidad requerida. Una hora después asomaron su escondida artillería los japoneses y descargaron sus granadas sobre los pocos metros de anchura de la playa atascada de marines, bulldozers, tanques, artillería, cajas de municiones. Ocasionaron un desastre terrible.

Un grupo de marines consiguió salir del infierno de la playa, subir a la meseta y en media hora recorrió 900 metros al pie del monte Suribachi, llegando a la costa oeste. Este monte, con su guarnición de 2.000 hombres, quedaba oficialmente cercado. Pero no era así ya que con los túneles subterráneos conservaba comunicación con el resto de las fuerzas de la isla. Los primeros tanques norteamericanos llegaron a la costa oeste pocas horas después. Otras tropas que también habían conseguido salir del atolladero de la playa, a mediodía ya luchaban en el aeródromo situado más al sur. Pero aún había demasiados soldados y material en tan poco espacio, de modo que se suspendieron nuevos desembarcos. La constante era que las tropas que habían logrado avanzar, creyendo que habían despejado el terreno, veían salir una y otra vez japoneses desde sus incontables escondrijos, disparándoles a sus espaldas. Llegó la noche, era fría. Los destructores iluminaron la isla con sus bengalas para proteger a los marines de los previstos ataques nocturnos. Pero no los hubo, los japoneses sólo se limitaron a emplear su artillería con mucha discreción para no descubrir sus emplazamientos.

El día 20 comenzaron temprano nuevos desembarcos. La marina bombardeó el monte Suribachi en el que no consiguieron ganar terreno los marines pero sí lo hicieron en la meseta entre el aeródromo situado al sur y el situado más al norte de éste. A mediodía llegó otra ola de desembarco. Y la noche volvió a ser como la anterior.
El día 21 comenzó el asalto al monte Suribachi. Emplearon morteros, minas, lanzallamas, pero con pocos resultados. Tampoco hubo éxito en la lucha por los aeródromos.
El día 22 llovió, sin avances importantes. Comenzaron a ser relevadas las fuerzas que habían desembarcado el primer día.
El día 23 hacía buen tiempo y las ametralladoras, bombas de mano, lanzallamas y un coraje sin igual, llevaron a los marines a la cúspide del Suribachi. Un marine llevaba una bandera en la mochila, otro encontró un trozo de cañería de agua entre los escombros, la ataron allí y entre seis marines la izaron, hincándola en la cumbre. Cuando desde los barcos vieron ondear la bandera, la saludaron eufóricos con sus sirenas. El desembarco había tenido éxito. Pero lo peor quedaba por llegar.

Batalla

La batalla no terminó el 28 de febrero como había previsto el mando de Estados Unidos sino el 26 de marzo. Se desarrolló en un terrible paisaje de cerros, montículos, gargantas, hendiduras, hoyas y grietas, sembrado todo él de fortines que no sólo tenían ángulo de tiro orientado para proteger su propia situación sino también la de los fortines vecinos, con lo que los marines atacantes veían cortado una y otra vez su avance no sólo por el fuego procedente del objetivo que querían reducir sino desde fuegos procedentes desde ángulos insospechados de otros fortines. Y todo terreno apto para dejar paso a un vehículo estaba expertamente minado.
Pero el dispositivo que desarrollaron los norteamericanos era perfecto: un cuerpo de ingenieros que limpiaba los
pasos minados, unos bulldozers que allanaban los pasos a los vehículos, una artillería y unos carros de combate pegados a los marines dándoles toda la cobertura de barrera que precisaban, un eficiente cuerpo de sanitarios que se arriesgaba lo indescriptible por salvar a los heridos, un sistema de comunicaciones que permitía efectuar el servicio pedido en el lugar preciso y unos marines que luchaban por vivir contra un adversario que luchaba para morir.
La lucha del 24 de febrero al 26 de marzo fue una limpieza de minas del campo por el que se avanzaba, la localización de la fortificación que hostigaba el avance, la solicitud y pronta aceptación de la barrera artillera sobre el fortín emplazado 100 metros delante, y, una vez callada la artillería, el correr del japonés desde la profundidad de su escondrijo para emplazar su arma a tiempo a la entrada de su nido y rechazar al marine que ya estaba llegando y el correr del marine para llegar aún más pronto a la boca del fortín y soltar sus bombas de mano o su lanzallamas en él, acabando con el japonés.

Balance

Uno de los objetivos por los que se libró la batalla se cumplió mientras ésta aún se libraba. Fue el 4 de marzo cuando una fortaleza volante B-29 que volvía averiada de su vuelo a Japón pudo salvarse aterrizando en el ya conquistado aeropuerto situado más al sur. Los Mustang no tardaron mucho en instalarse en la isla.
Cerca de 1.000 japoneses salvaron la vida al caer prisioneros.
6.766 soldados estadounidenses perdieron la vida. Entre ellos estaban dos de los seis marines que izaron la bandera en el Suribachi.
El cálculo de la sangre norteamericana vertida por metro cuadrado en Iwo Jima inclinó la balanza a favor del lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima.

Bibliografía

Wright, Derrik: La batalla de Iwo Jima - Barcelona: Inédita Editores, 2005.-


A los marinos de Colombia se dedican estos trabajos de investigación.  Los PAÑOLES DE LA HISTORIA, son un  homenaje al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la verdad en un acorazado.


NOTA: Por favor envíe sus comentarios sobre este artículo a lacorredera38@nikimicolombia.com