Al poco tiempo, Antonio alcanzó la nave de Cleopatra y subió a bordo. Permaneció tres días en la proa, hasta la llegada al cabo Tenaro, sin hablar palabra, apoyando la cabeza entre las manos (Plutarco). En Tenaro se detuvieron en espera de los barcos que les habían seguido, como habían acordado de antemano. La depresión de Antonio se explica si se tiene en cuenta que había perdido más de la mitad de su flota. La derrota de Actium no fue aplastante, pero Octavio y sus partidarios, sin embargo, la presentaron como un triunfo glorioso de una guerra justa, la "victoria de la virtud romana" sobre la "depravación oriental", al tiempo que difundieron la historia de que Cleopatra había traicionado a Marco Antonio y éste a sus hombres. Los historiadores antiguos culparon a Cleopatra del desastre. Según Plutarco, la huida de Antonio se debió a su amor por la reina, que le hizo olvidar su dignidad y honor. Todo ello, desmoralizaría al ejército que, al no tener esperanza de cobrar su paga y obtener tierras en Italia de Antonio, no tardaría en pasarse a Octavio.
En Tenaro, Marco Antonio y Cleopatra se enteraron del desastre sufrido por la flota. Al poco llegó Canidio con la noticia de que el ejército, sobornado por Octavio, se había rendido, como antes lo hiciera el de Lépido. Poco después, marcharon hacia Paretonio, en el extremo occidental de Egipto. Cleopatra desde allí partió a toda vela hacia Alejandría. Cuando Antonio se disponía para ponerse al frente de las cuatro legiones estacionadas en Cirenaica, se enteró que también se habían rendido a Octavio.
Según Plutarco, entonces: Cleopatra juntó diferentes suertes de venenos mortales, y para probar el grado de dolor con que cada uno ocasionaba la muerte los hizo tomar a los presos condenados a muerte.
La reina llevó a su monumento funerario las cosas de más valor. Intentaba así presionar a Octavio para conseguir salvar a sus hijos y a la dinastía: Oro, plata, esmeraldas, perlas, ébano, marfil y cinamomo, y con todo esto gran porción de materias combustibles y estopas; con lo que temeroso César de que aquella mujer en un momento de desesperación, destruyera y quemara toda aquella riqueza, se esforzaba en darle continuamente lisonjeras esperanzas, según se iba acercando con el ejército a la ciudad.
Tirso, el nuevo mensajero que Octavio envió a la reina, fue golpeado y expulsado violentamente por Marco Antonio que temía una alianza entre Octavio y Cleopatra. Cleopatra, para aquietarle en sus quejas y sospechas, le obsequiaba todavía con mayor esmero; así es que, habiendo celebrado su cumpleaños sin pompa ni aparato, dadas las circunstancias adversas, para festejar el de Marco Antonio no escatimó en el esplendor y el gasto.
El 31 de julio Antonio intentó llevar a cabo una batalla naval y terrestre contra Octavio. La noche antes, durante la cena, comentó a sus amigos más íntimos que lo hacía con el fin de obtener una muerte digna en el combate. En este intento sólo participó la infantería. intento sólo participó la infantería. La flota y la caballería se rindieron, sin iniciar combate. Parece ser que la noche anterior se había extendido el rumor de que Dioniso, su dios tutelar, le había abandonado en medio de un cortejo que, al son de instrumentos musicales, se alejaba de Alejandría. Plutarco narra una sucesión de hechos, tan inconsistentes, que resultan poco creíbles, aunque están muy en la línea de la versión de los vencedores, según la cual, Marco Antonio estaba completamente dominado por Cleopatra, quien dirigió todos sus actos, entre ellos, su muerte: Marco Antonio regresa furioso del simulacro de combate. Piensa que Cleopatra le ha traicionado. La reina que ve su país invadido, sólo se preocupa y aterroriza ante la cólera de Marco Antonio y, para protegerse de su venganza, se encierra en su mausoleo, pero para más seguridad, da las órdenes oportunas para que se informe a Marco Antonio de su muerte. Luego, a pesar de su carácter resuelto, sin que se sepa el motivo, se arrepiente y envía a su secretario Diomedes a Antonio, con el mensaje de que se reúna con ella en el mausoleo.
Antes de morir, Marco Antonio pidió a sus esclavos que le condujeran ante Cleopatra: Cleopatra no abrió la puerta, sino que, asomándose por las ventanas, le echó cuerdas y sogas, con las que ataron a Marco Antonio; ella tiraba de arriba con otras dos mujeres, que eran las únicas que había llevado al sepulcro. Dicen los que presenciaron este espectáculo haber sido el más miserable y lastimoso, porque le subían bañado en sangre, moribundo, tendiendo las manos y teniendo en ella clavados los ojos. Cleopatra, alargando las manos y descolgando demasiado el cuerpo, con dificultad tiraba del cordel...Luego que lo hubo recogido de esta manera y que lo puso en el lecho, rasgó sobre él sus vestiduras, se hirió y arañó el pecho con las manos, y manchándose el rostro con su sangre, le llamaba su señor, su marido y su imperator, y casi se olvidó de sus propios males, compadeciendo y lamentando los de Marco Antonio. (Plutarco).
Tras sepultar a Antonio, Cleopatra decide morir. Las heridas que se hizo en el pecho ante el cuerpo moribundo se habían infectado. La fiebre y la privación voluntara de alimentos la estaban consumiendo. Octavio la amenazó con la muerte de sus hijos si persistía en su actitud. No podía consentir que la reina muriera. Tenía que desfilar en su triunfo. Cleopatra cedió y volvió a alimentarse. Sin embargo, Octavio quiso asegurarse personalmente y la visitó. Dión Casio acusó a la reina de que intentó seducirlo; por el contrario, Plutarco, nos narra el estado lastimoso en que se encontraba y cómo consiguió hacerle creer que deseaba vivir recurriendo a la piedad: Daba esto gran placer a César, por creer que Cleopatra deseaba vivir; diciéndole que sería tratada en todo decorosamente, más de cuanto ella pudiera esperar, se retiró contento, pensando ser engañador, cuando realmente era engañado.
Por Dolabela se enteró Cleopatra que marcharía, junto a sus hijos, hacia Roma dentro de tres días. Consiguió entonces de Octavio que le permitiera celebrar las exequias de Antonio. Plutarco recogió a través de Olimpo, médico de la reina, las palabras de la reina ante el sepulcro de Antonio: Amado Antonio, te sepulté poco ha con manos libres, pero ahora te hago estas libaciones siendo sierva, y observada con guardias para que no lastime con lloros y lamentos este cuerpo esclavo, que quieren reservar para el triunfo que contra ti ha de celebrarse. No esperes ya otros honores que estas exequias, a lo menos de Cleopatra. Vivos, nada hubo que nos separara, pero en la muerte, parece que quieren que cambiemos de lugares; tu, romano, quedando aquí sepultado, y yo, infeliz de mí, en Italia, participando sólo en esto de tu patria; pero si es alguno el poder de los dioses de ella, ya que los de aquí nos han traicionado, no abandones viva a tu mujer, ni mires con indiferencia que triunfen de ti en esta miserable, sino antes ocúltame y sepúltame aquí contigo, pues que con verme agobiada de millares de males, ninguno es para mí tan grande y tan terrible como este corto tiempo en que he vivido sin ti. Luego se hizo bañar, maquillar y vestir como reina por sus dos fieles servidoras, Iras y Carmión. A continuación envió una carta a Octavio en la que pedía que su cuerpo fuese sepultado junto al de Antonio. Cuando Octavio abrió la carta, sospechó que la reina iba a quitarse la vida.
Rápidamente, envió emisarios para evitarlo, pero ya era demasiado tarde. Los esbirros abrieron las puertas y... Vieron ya a Cleopatra muerta en un lecho de oro, regiamente adornada. De las dos siervas, la que se llamaba Iras, estaba muerta a sus pies, y Carmión, ya vacilante y torpe, le estaba poniendo bien la diadema que tenía en la cabeza. Díjole uno con enfado: "Bellamente, Carmión", y ella respondió: "Bellísimamente, y como convenía a quien era de tantos reyes descendientes", y sin hablar más palabras, cayó también muerta junto al lecho. (Plutarco). Encontraron dos tenues punzadas en un brazo de Cleopatra, lo que hizo pensar que se había dejado morder por un áspid. Alguien dijo que un campesino había traído una cesta llena de higos en la que se ocultaba el reptil. Octavio se resistía a perder la presa que reservaba para su triunfo. Hizo que algunos psilos, (hombres de los que se creía que su cuerpo era un antídoto contra el veneno de las serpientes) chupasen el veneno de la herida. (Suetonio)
Cleopatra murió el 12 de agosto del año 30 a. de C., a los treinta y
nueve años. Había escogido el único camino digno que le quedaba: la muerte. No
quiso sufrir el destino de su hermana Arsinoe, quien desfiló en el triunfo de
Julio César. Se dice que Octavio, a pesar de su cólera, no pudo menos que
admirar su grandeza de alma y ordenó que su cuerpo fuera enterrado junto al de
Antonio. Pero si César tuvo la grandeza de levantar las estatuas derribadas de
Pompeyo, Antonio no tuvo la suerte de éste. Sus estatuas fueron derribadas para
siempre. Se dice que Octavio dejó intactas las de Cleopatra, a cambio de mil
talentos, una fuerte suma de dinero que entregó Arquibio, un fiel amigo de la
reina, pero lo cierto es que es dudoso que el vencedor cumpliera su palabra, ya
se conservan pocas estatuas. Cesarión fue ejecutado porque Octavio no
podía permitir que existiera otro heredero de Julio César. Los otros hijos de
Cleopatra fueron enviados a Roma, donde Octavia los acogió durante un tiempo,
con tan poca eficacia como antes cuidara los intereses de Antonio. Únicamente
sobrevivió Cleopatra Selene a quien casaron con Juba II de Mauritania. Alejandro
Helios y Ptolomeo Filadelfo desaparecieron en circunstancias misteriosas. Se
dijo que fueron asesinados por Herodes.
Resumen y traducción del
capítulo Battle of Actium del Libro
Cleopatra de David J. Califf
A los marinos de Colombia se dedican los
resúmenes, las crónicas y las biografías de
aquellos que combatieron por todas las causas, navegando cargados de
ilusiones y tiñendo el mar con su sangre. Los INSTRUCTIVOS NAVALES, son un homenaje
al pasado que como el mar, es infinito e inescrutable, pretendiendo rememorar la
historia, convirtiendo la pluma en espada, los argumentos en un cañón y la
verdad en un acorazado.
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